La Sala AZarte de Madrid vuelve a acoger en su escenario al dramaturgo y director Alberto F. Prados, quien en esta ocasión se ocupa de la dirección Bruto o neto, escrita por Rebeca Serrada y Diego Zúñiga. En esta obra, dedican poco más de una hora a ponernos delante de una pareja de amigos y compañeros cuyas horas en la oficina son fruto de muchas otras horas de realidad cotidiana y necesaria reflexión actual.
La actriz Olalla Hernández y el actor Jaime Reynolds se presentan ante el público en su segunda casa, en un espacio en el que tienen que darlo todo por mucho menos de lo que merecen, en un lugar en el que su esfuerzo paga los gastos y en un momento en el que las preguntas acuden raudas ante la crisis personal que atormenta a cada uno. En definitiva, un trabajo mal pagado, ¿nos suena de algo?
Guiomar y Curro trabajan. Tienen la suerte de hacerlo. Tienen la necesidad de hacerlo. Pero, como en todo proceso laboral, siempre vienen curvas. Y, en esta obra, son pruebas que superar para obtener un contrato indefinido, trofeo de oro tan difícil de alcanzar en estos tiempos. Durante el proceso, Hernández y Reynolds muestran una competición limpia, amenizada por el humor que desprende esta pieza y dirigida por un buen ejemplo de compañerismo del que más de uno y una les gustaría rodearse.
Bruto o neto sólo utiliza dos personajes para hablar de otros muchos infiltrados e infiltradas en esta comedia que se ríe de la situación en la que vivimos pero que también ofrece una salida, con la que podemos estar más o menos de acuerdo. La trampa final está bien servida y llega para resolver un montaje que se parece a nosotros y a nosotras tanto como queramos vernos reflejados y reflejadas. A saber; elegir al empleado o empleada del mes por una aplicación, conocer más de las personas por sus táperes que por sus cargos, seleccionar los puntos débiles de los compañeros y compañeras o renunciar a un mileurismo al que se nos ha arrastrado pero en el que es peligroso acomodarse.
Rebeca Serrada y Diego Zúñiga navegan en una agencia pero la situación es extrapolable, seguramente, a cualquier ámbito. Si no lo creyéramos, no nos hubiera gustado tanto. Dejando a un lado las apariencias, el postureo y la falsa condescencia, analizan una situación dirigida brillantemente por Alberto F. Prados, cuyo trabajo ya es sinónimo de disfrute en un teatro. Entre todos y todas hacen un preciso neto y, al público, nos dan un agradecido bruto.
Guiomar y Curro son dos jóvenes trabajadores de DiTuber, una importante agencia de youtubers que cuida a sus estrellas pero martiriza a sus empleados. Los dos amigos sueñan con un contrato indefinido y un sueldo de mileurista. Sin embargo, cuando su maquiavélica jefa les obliga a competir entre ellos, ambos tendrán que elegir: su futuro.
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