Desde el pasado 20 noviembre, concluyendo el día 25, se ha podido disfrutar de las propuestas de la primera edición del Festival Territorio Violeta; una muestra interdisciplinar que trabajar por y para conseguir la igualdad.
Así, el público ha podido asistir a diversos eventos desde mesas redondas hasta representaciones teatrales como Genoma B, una versión de La casa de Bernarda Alba, dirigida por Juan Antonio Moreno y Ángeles Vázquez, llena de libertad y novedad, sorteando, sin ningún problema, la presión de interpretar un clásico que está grabado en nuestra memoria desde que el granadino lo creara en el verano de 1936.
Esta obra nos vuelve a poner en escena a las hijas de una España en la que haber nacido mujer, como bien reza el texto, era “el mayor de los castigos”. Y, justamente, en la ausencia de diálogos y otras cuestiones textuales, además de la invisibilidad aparente que no real de algunos personajes clave, se encuentra una de las mayores novedades de este montaje. Algo que ha permitido experimentar en la piel de Amalia, Magdalena o Martirio nuevos enfoques y romper fronteras aunque la historia mantiene su esencia y simbología. Allí está la imagen siempre fantasma de Pepe el Romano, reflejada en algunas canciones interpretadas por el guitarrista flamenco José Carlos Torres Lozoyo en directo, el ataúd en referencia a la muerte o el vestido verde personificando la rebeldía con causa de estas mujeres a las que se les arrebata lo más preciado que posee el ser humano. No son joyas, tampoco dinero, son las libertades de las que disponemos y que, en muchas ocasiones, ni si quiera valoramos.
De este modo, en la puesta en escena se han combinado, en un todo digno de obra de arte total, diversas especialidades artísticas que dan un toque muy especial al montaje. En el que, sobre todo, tiene principal peso la forma elegante y particular con la que la danza se expresa en un escenario. Contemporánea y flamenca que se acompaña de aros, equilibrios (además de malabares) y música en directo que trasladan un mensaje tan poético que, hasta el final de un personaje como Adela (interpretada por Vivian Friedrich), hacen que lo dramático y lo funesto sea precioso a ojos del espectador. Al igual que la escena en la que una estudiada coreografía con abanicos rojos muestra el día a día de las hermanas que, a pesar de soñar y sentir, tienen que dedicar su cuerpo y alma al encierro y con él a las cadenas del limpiar de rodillas los suelos.
Si bien todos estos parabienes son esenciales para romper lo tradicional y mostrar una Bernarda nueva – de hecho este personaje es interpretado por maniquí metálico sobre ruedas con apariencia femenina que se mueve solo por el escenario -, hay alguna sombra que desdibuja el montaje. Si no se conoce el texto en profundidad (obra bastante reconocible por su popularidad por otra parte), no se es un buen receptor para el mensaje que la compañía Albadulake quiere transmitir a un público contemporáneo para que siga luchando por esos derechos que se nos arrebataron y que todavía no hemos podido recuperar en la actualidad.
En todo este trabajo se nota el esfuerzo, el tiempo y el saber hacer que ha puesto esta compañía en este nuevo Lorca en el que se ven todas sus señas de identidad. Los seis intérpretes muestran profesionalidad en cada uno de sus movimientos o notas musicales. Amelia, Martirio o Angustias (las hijas de Bernarda son interpretadas por: Sandra Susana Carrasco, Irene Acereda, Ana Esteban, Noemí Martínez y la ya citada Vivian Friedrich) tienen nuevos cuerpos y nuevas almas llenas de sublimes interpretaciones.
Por otro lado, la escenografía de Juan Antonio Moreno, aunque en cierto modo simple, es efectiva y, por encima de todo, destaca por unas estructuras metálicas tan versátiles que son vestidos, prisión o ventanas. También se debe destacar el ya referido sepulcro que sirve para iniciar y terminar lo expresado en el escenario.
En el mismo nivel se encuentra el vestuario de Ángeles Vázquez; lleno de tonos negros (como no podía ser de otra manera), clasicismos y líneas básicas y funcionales necesarias para las disciplinas que se llevan a escena.
Todo ello se une para crear un caleidoscopio lleno de sentimiento y de reivindicación que nadie se debe perder y que sigue su camino en lugares como Zafra o Jaraiz de la Vera.
*Dato dado por la dirección de la compañía en un coloquio que se realizó después de la representación en el Teatro Salón Cervantes de Alcalá de Henares el día 25 de noviembre de 2018.
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