Desde el pasado 11 de octubre las puertas de la sala Guirau del Teatro Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa se han abierto para mostrar, como si de un espejo se tratara, la cruda y más dura de las realidades: la sociedad en la que vivimos, que nos rodea, y de la que formamos parte cada uno de nosotros.
La historia de Randle McMurphy y sus compañeros en Alguien voló sobre el nido del cuco es bien conocida. Además de tener en la retina la novela de Ken Kesey y la versión cinematográfica de Milos Forman (con Jack Nicholson al frente) de título homónimo, el esquema de la historia, literariamente hablando, se puede ver repetido en otras creaciones tan conocidas, y tan extrapolables a la sociedad actual, como 1984 de George Orwell. Este es el siguiente: un mundo en el que las personas que lo habitan prefieren ser ciegas y vivir en una atmósfera de falsa felicidad en la que todo está controlado por seres superiores que manejan hasta las emociones, de tal manera que no tienen la necesidad de tomar decisiones ni de crecer. Todo viene dado y nada se pregunta. Hasta que aparece un héroe que rompe con esto y revoluciona todo. A veces, este sucumbe a las reacciones de la mayoría y, en otras ocasiones, como en el caso que nos ocupa, el héroe tiene piel de villano.
Y es que esta adaptación de Alguien voló sobre el nido del cuco cuenta la aparición de McMurphy – interpretado por Alejandro Tous –, un criminal convicto, en un centro psiquiátrico para escapar de la presión y de la falta de libertad de la cárcel en la que está encerrado. Allí convivirá con muchos compañeros, como Martini interpretado por Fernando Tielve, ingresados voluntariamente, a los que les abre los ojos y les introduce en el mundo real y en todo lo que se están perdiendo por ser buenos y seguir el sistema. Pero no todo va a ser un camino de rosas ya que la enfermera Ratched – Mona Martínez – es la reina que ordena ese sistema y no va a dejar que nadie lo desestabilice. Desde ese momento, la lucha de titanes comienza y el final no está escrito para ninguno de los dos. Lo único claro es que nada volverá a ser como antes.
En esta versión de la productora de cine Dalia Films y Adaptaciones Teatrales, se recupera esta historia para las nuevas generaciones, queriendo mostrar que, hoy en día, vivimos en un planeta en el que no pensamos y preferimos que una máquina lo haga por nosotros. El objetivo del montaje es que, como hicieron los pacientes con la llegada de McMurphy, despertemos de ello y empezamos a vivir de verdad. Lo cierto es que ya lo decía Leopoldo Panero, poeta que pasó por varios centros de este tipo a lo largo de su
vida, en el documental Un día con Panero realizado por Jacobo Beut junto a Bunbury y Carlos Ann: “Sois vosotros los que estáis en la cárcel, yo no”.
Teniendo esto sobre las tablas, se debe decir que la interpretación de todo el elenco es excelente. Se nota que han vivido el texto desde el principio, que lo conocen en profundidad, incluso sus dobles intenciones, y que han sido dirigidos con mano cierta de Jaroslaw Bielski (que también ha realizado la traducción aunque no es la primera vez que trabaja esta obra). Pero existen otras cuestiones que podrían haber tenido otro final, otra vuelta de tuerca más que se echa en falta. Entre otros, el ritmo de la trama (excesivamente lento incluido el descanso de 10 minutos), el hecho de no haber actualizado a los personajes femeninos (Ratched y Candy, interpretada por Carmen Ibeas), refleja arquetipos de mujer casposos y pasados de moda o la excesiva españolización del personaje de McMurphy unido a las bromas fáciles que no están en la versión original.
En cuanto a los aspectos técnicos a destacar sobresale la escenografía, realizada por Laura Lostalé, quien nos introduce, desde el primer momento, en la sala de un centro de salud mental al que no le faltan ni el blanco nuclear ni la cabina de enfermeras. La iluminación de Felipe Ramos también habla de un trabajo bien hecho aunque la proyección ligada al personajes del jefe Bromden – Rodrigo Poisón -, bastante novedosa, saque de la ambientación que se busca en algunos momentos. Y por último, la labor del vestuario llevada a cabo por Fede Pouso y Almudena Bretón; bastante realista y también adoleciendo de una falta de actualización, a mi modo de ver.
En definitiva, una obra coral que habla del pasado teniendo a la vista mucho presente y futuro. Todo aquel que se acerque a ver esta obra, saldrá preguntándose qué papel representa en su vida y si es el adecuado o no.
Todo un clásico con vistas al siglo tan loco en el que vivimos.
Buscando su libertad, Randle McMurphy se las ingenia para huir de la cárcel y ser trasladado a una institución mental, donde se encontrará con los pacientes de la Gran Enfermera Ratched, un grupo de enfermos que, incapaces de soportar la presión de la vida moderna y encerrados por voluntad propia, sobreviven felizmente entre juegos de mesa y descargas eléctricas.
Pero la libertad que buscan los pacientes junto al recién llegado y revolucionario McMurphy no tiene nada que ver con la libertad que representan los médicos y enfermeros de la “sociedad libre”. Es entonces cuando surge la tragedia, cuando la institución, o «Máquina Oscura», como dice el Jefe Bromden, decide sacrificar al individuo en nombre del bien común.
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