El pasado viernes 2 de febrero, la Sala Mirador acogía el estreno de Los amos del mundo, una obra inserta en la absurda impaciencia de nuestras vidas y contextualizada en los inesperados cambios que nos otorgan nuestras propias acciones. Las preguntas surgen solas, las reflexiones aún más. El punto de encuentro con el público se revela en un sitio tan común para nosotros como un andén de metro.
Una masa negra sobrevuela una juventud inerte. ¿Qué es? ¿Podemos darle la forma que queramos? Por supuesto, para eso está a disposición constante del público. Para eso y para hacer su intervención simbólica y audaz, aparte de preguntarnos si merece la pena vivir y cuáles son las razones para ello. Somos todos como garbanzos. A mí no me importa ser garbanzo pero yo no quiero un garbanzo más, exclama el protagonista en un momento exquisito y cocinado a fuego lento. La clave de la historia está servida y sazonada con valores únicos a los que saber prestar atención.
Como un túnel de existencia, el texto de Almudena Ramírez-Pantanella parpadea constantemente entre la indecisión y el cobijo de una determinación. Además, su dirección ahuyenta cualquier síntoma de descuido pues todo parece estar medido por la regla metafórica de una habitación de juego de niños a la vez de (re)presentar la inercia de la vida adulta.
Carlos Ventura, Beatriz Bergamín, Ángel Savín, Elena Diego y Miguel Valentín componen el reparto de esta humanidad enclaustrada en los deseos inquietos que tiran de dos jóvenes incapaces de dirigirse a buen puerto. Sus intentos no se quedan en vano y alinean una serie de circunstancias anónimas, en las que cada personaje pareciera identificarse con un pecado capital. Y al otro lado de la sala, las virtudes las tiene que intentar salvar cada espectador.
Un tema tan presente como la muerte hace su entrada triunfal para iniciar y cerrar un montaje que conduce, sin ninguna duda, hacia sufrimientos comunes esclavizados por nosotros mismos, incautados en lo más profundo del pensamiento. A veces, tales males estallan. Y esta obra es muestra de todo ello.
Los amos del mundo cuenta con el trabajo de Manuel García Tages en una destacada escenografía recolocada en todo momento y en paralelo a los personajes, Lita Echevarría como ayudante de dirección, Area Martínez en una perfecta coordinación de luces, Claudia Pérez Esteban en vestuario y Jaime Aroca en sonido. Esta obra recibió el Premio de Teatro Calderón de la Barca 2015, otorgado por el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música, ha sido publicada por el Centro de Documentación Teatral y, en noviembre de 2016, con motivo de la presentación del libro, se hizo una lectura dramatizada de la obra en el Centro Dramático Nacional. Ahora, aún se puede disfrutar un fin de semana más en la Sala Mirador de Madrid.
Tras haber presenciado el inesperado suicidio de una joven en el metro, la vida de Miguel sufre un cambio radical. Perseguido por una “retorcida masa negra”, no puede volver a la vida de clase media que llevaba sin cuestionarla. ¿Para qué vivir si la muerte siempre llega? Una madre con ansiedad, inconsciente de su propia infelicidad, una recatada joven incapaz de seguir su verdadera pasión y un olvidadizo compañero de piso intentarán traer a Miguel de vuelta al mundo, mientras su padre encuentra en un perro sonriente el perfecto sustituto para su hijo.
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