In ictu oculi o una visita guiada al otro mundo

Desde hace un tiempo en los Teatros Luchana se ha abierto una puerta al más allá. Para descubrirlo, solo hay que acudir a las sala 4 y, como bien reza el título de este artículo, “en un abrir y cerrar” de ojos poder ver en escena a personajes de la talla del mismísimo Rey Sol.

La culpa de ello la tiene una carismática y sublime vedette que hace llamarse Violette, aunque en otras ocasiones era conocida como Gillete, y de ello es de suponer que derive la cuchilla que tiene en su boca en la cartelería, siendo sus señas de identidad un espectáculo digno de los nuevos y los viejos tiempos llenos de risas, profundidades, roturas de cuartas paredes además de algún que otro momento inquietante, entre otras cuestiones paranormales.

La historia de Cabaret paranormal comienza con la llegada de la artista, advirtiendo que el público va a participar en la función pero sin pisar el escenario, y la puesta en escena de un espectáculo cupletero a la altura de las grandes del género; incluyendo una canción de presentación en la que se invita a dejar los problemas fuera de ese espacio que es su reino. Todo va como se tenía previsto. Hay humor, picardía, juegos de palabras… Pero las cosas cambian cuando aparece en escena Esther. Ella no es otra que la hermana gemela, aparentemente ya difunta, por circunstancias poco claras, de Violette (con la que solía actuar bajo el nombre artístico de Hermanas Sisters) y no va a parar hasta que recupere las riendas de su vida y el cuerpo para sujetarlas.

Después de eso, todo se convierte en una locura maravillosa que hace posible volver a los habitantes del más allá, durante unos minutos, en seres vivos de nuevo. Así, además del ya citado Luis XIV, por el escenario, ya sea en espíritu o por citación pasarán Bob Fosse, la artista de variedades Pervertina, Isadora Duncan, la Gioconda, Houdini o Edison y su teléfono para poder hablar, mediante conferencia eso sí, con los difuntos. Todo ello con una excelente vis cómica, sorpresas, recreación histórica… Pero, sobre todo, con un fondo que nos habla de lo fugaz de la vida, de la necesidad de tener cerca de los seres queridos y de que las segundas oportunidades en este campo no existen. Dejando claro que la lucha por el éxito, la vanidad o el culto al cuerpo son solo fantochadas y que, a la hora de la verdad, no serán necesarias en nuestro equipaje en ese viaje final que todos vamos a protagonizar algún día.

Y es que es cierta esa máxima de que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos y más si es una despedida para siempre. Todo ello me recuerda a un microcuento de Care Santos, experta en temas de complicadas historias familiares, publicado en su web, titulado El teléfono, en el se habla de un aparato antiguo y de un bisabuelo que quiere hablar con los vivos. Bien podía ser este el método usado por Violette para deshacer el problema que tiene con la posesión de su hermana, la única culpable, o no, de que su espectáculo sea boicoteado una y otra vez.

Sea como fuere, la encarnación de las dos hermanas es llevada a cabo por la artista, en mayúsculas, Estefanía de Paz. Formada en varios registros (desde la canción hasta el circo, ambos con presencia en la obra), sabe interpretar el papel a la perfección y hace que la obra se vuelva tan real que el espectador se olvida en todo momento de que está en un teatro. Su interdisciplinariedad y su buen hacer hacen que todo aquel que vaya a verla sobre el escenario se quite el sombrero ante su actuación. Algo que también se puede extender a la creadora y directora de la obra (Arantxa Vela Buendía) además de la parte musical llevada a cabo por Alice dos Santos.

En cuanto a la escenografía y vestuario, también llevado a cabo por de Paz. y que ya comienza en la antesala con una especie de altar dedicado a la artista de variedades, solamente puedo definirlo como sublime. Es sencillo y austero pero cuenta con todos los ingredientes dignos del género y con alguna sorpresa que hace que el público se vuelva un actor más en la trama. Algo que se puede comprobar en el momento de jugar con un gran globo dorado (recordando, como Violette dijo, a unas famosas burbujas de una marca de cava) o en el que un participante debe encontrar una llave para desenredar los nudos de las cadenas de la danza de los candados propia del mismísimo Houdini.

No sé si el gran ilusionista aprobaría lo que se ve en escena, conociendo su faceta como investigador de estos fenómenos fantasmagóricos, pero el espectador lo hace gustoso riendo a carcajada limpia, hasta el punto de llegar a la lágrima, y participando en todo tipo de juegos durante los 75 minutos que dura el espectáculo. Algo que da gran valor a la obra y, también, cierta trasgresión muy en boga en estos tiempo de teatros interactivos y escape room.

Dicho esto, solo me queda recomendar esta pieza, que ha sido creada con mimo y buen gusto, a todo aquel que desee pasar un buen rato con pinceladas de risa, ilusión pero, también, de aterradora realidad. Todo ello de la mano de los mejores profesionales que en un momento pasan de ser una nada inocente cantante a convertirse en la niña de El exorcista.

Así que no dejen descansar a los muertos y acudan a este quinto milenio al que todavía se puede viajar el 14 de este mes a las 19h. ¡La mejor guía les espera!

La gran vedette dona su cuerpo para que sea poseído por estrellas del pasado, que añorantes de los placeres carnales, utilizan a Violette como medio para comunicarse con el más aquí. El deseo es tan fuerte que atraviesa fallas espacio temporales y sobrepasa los límites de la razón humana. ¿Quiénes se darán un paseo por el cuerpo de Violette, la vedette con un sexto sentido y más de un quinto milenio? La cantante, actriz y artista circense, Estefanía de Paz, encarna a esta vedette enigmática y “muy afilada”.