Nina vuelve a casa. Así comienza la nueva obra instalada este mes de junio en el Teatro Fernán Gómez, compartiendo con el público una historia en la que se intenta provocar el contagio de la esperanza y del amor. La compañía La Risa de Cloe pone en escena un texto de José Ramón Fernández, fugaz como un rayo de esperanza pero, a la vez, redentor desde los límites de cada personaje, esperando constantemente algo que tenía que suceder.
Y es que así nos quedamos seguramente parte del público al finalizar la función; con ganas de que algo sucediese, un mínimo punto, una inquisitoria pausa que adelantase un gran suceso o una pista dubitativa que mantuviese la esperanza de que la función no terminase exactamente igual que su comienzo. Pero nada de lo anterior aconteció.
La proeza de Nina es que tiene a tres actores que impulsan su trabajo hacia un abismo magnético. Muriel Sánchez, José Bustos y Jesús Hierónides resultan ser la verdadera historia de esta obra, aportando una distinción única en su trabajo sobre el escenario de la Sala Jardiel Poncela del Centro Cultural de la Villa. Además, la dirección de Diego Bagnera hace gala meritoria de encauzar una hora y media más allá de la medida que necesitan tres personajes de madrugada.
Todo se inicia con un increíble y acogedor juego audiovisual que tiene como punto de fuga la lluvia, proyectada en la mitad de la pared, agudeza de Cristina Santoro. En cambio, el efecto decae cuando se inicia un intento de voz en off acomodada en una de las butacas del público, un actor que abandona el escenario pero no la escena y que no aporta nada compositivo en sus breves apariciones a través de su voz. Por supuesto, infructuoso el momento final en el que él mismo tiene que destapar el truco de pisar las tablas, de nuevo y con proyector en mano, para cerrar así una obra de la que queremos escapar por pura supervivencia.
Desde luego, no es la obra que entra por los ojos en los carteles distribuidos por Madrid, con la hermosa y distintiva fotografía de Carlos Luján. Esperábamos más que una historia que se desquebraja por su retorno al pasado continuado, árida de acontecimientos. Todo es intuición primaria y pocos datos nuevos de los previstos. Además, la excusa de que Nina remita a La Gaviota, de Chéjov, no es plausible para haber creado unos personajes tan pesadamente sobrios.
A pesar de todo, para gustos los colores. Esperamos que no os defraude tanto como a nosotras ya que Nina es una obra que ha sido galardonada en 2003 con el Premio Lope de Vega y representada en Londres, París, Varsovia, Buenos Aires y Santiago de Chile. Su autor ha sido Premio Nacional de Literatura Dramática 2011. Aprovechando sus representaciones del 8 de junio al 2 de julio en el Teatro Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa, el próximo 15 de junio, se ha organizado la presentación del libro Mi piedra Rosetta / Nina / Cuatro piezas breves de José Ramón Fernández, Premio Max 2017 a la Mejor adaptación o versión de obra teatral y editado por Esperpento Ediciones Teatrales.
Otoño. Un pueblo frente al mar. Llueve. Todos los relojes parecen detenidos hasta el próximo verano. Sus habitantes matan el tiempo como pueden: juega a la lotería, preparan sus aparejos para ir a pescar, sueñan secretamente con vidas que no supieron o no se atrevieron a vivir. Tras diez años de ausencia, Nina irrumpe en la aparente placidez de este letargo como un relámpago, capaz de fulminar o de despertar a los otros según donde caiga. Casi nadie sabe que ha regresado. Mucho menos para qué. Ni ella misma quizá lo sepa. Todos recuerdan por qué se marchó, tras un sueño que, a juzgar por su estado actual, acabó en pesadilla. Como entonces, planea ahora alejarse sin despedirse de nadie, hasta que Esteban, el dueño del hotel en el que está alojada, la reconoce y propicia a sus espaldas un reencuentro con Blas, un viejo amigo de su infancia al que su reaparición podría cambiarle la vida, casi salvársela, descubriendo a la vez que también ella aún puede quizá cambiar la suya.
Esperpento Ediciones Teatrales
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