TRAINSPOTTING

Primero fue el libro. Después, la versión teatral que realizó Harry Gibson y, algunos años después, la película que todo tenemos retenida en la memoria. Ahora, en el Teatro Pavón Kamikaze, hay una oportunidad para ver la adaptación teatral de Trainspotting a cargo de Rubén Tejerina. Del 8 de abril al 7 de mayo, se puede disfrutar de la dirección de Fernando Soto, quien ha sabido dar un toque cinematográfico a partir del tratamiento escénico de Gibson.

En 1993, la novela Trainspotting, de Irvine Welsh, supuso un éxito que describía y sacaba a la luz un apartado de Edimburgo que nadie quería ver, retratando una juventud extraviada e inestable. Traducido a más de 30 idiomas, el dato más curioso quizás es que haya sido el libro más robado de la historia en las bibliotecas públicas británicas. Sexo, alcohol y drogas son algunos de los ingredientes que tiene para zambullirnos en la vida de un grupo de jóvenes que forman parte de un sistema y de toda una generación de finales del siglo XX.

Una imagen distorsionada en el folleto nos recibe en La Sala a la vez que una atronadora música ya nos introduce de lleno en la esencia de Trainspotting. Críspulo Cabezas (Renton), Víctor Clavijo (Sick Boy), Luis Callejo (Begbie), Mabel del Pozo (Alison) y Sandra Cervera (Lizzie) nos atraen a un sistema que te dice lo que tienes que hacer y que puede ser desplazado a cualquier ciudad, edad y época. Cuando termina el espectáculo, nos damos cuenta de la barbaridad escénica que acabamos de meternos en vena. La función ataca y distrae como un chute de energía que el público consiente tomar y a partir del cual, se acaba casi desbordado de los nervios y la alteración que se propaga entre el patio de butacas.

Respiramos y nos quedamos al encuentro con el público que tuvo lugar el domingo 9 de abril. Casi la media noche ya y el equipo sale de nuevo al escenario para contarnos cómo han llegado hasta aquí. Comienza hablando Tejerina; “La productora La Competencia me propone que lleguemos a un tipo de teatro que no se estaba haciendo, que busque algo que pueda ser novedoso y, sobre todo, interesante para el público”. A su lado, Soto confesaba que, en esta obra, ha podido hablar mucho de su barrio y de los primeros coqueteos con ciertas cosas. La convergencia de obras está clara; “De la película nos ha servido la saturación de luz, los planos y el vestuario, con la línea narrativa acorde a la novela”. Así es la mezcla que han logrado reproducir, llena de interpretaciones que se acomodan a la perfección al paso atropellado de la acción y luces estroboscópicas.

En este grupo de antihéroes, como los define el director, Críspulo Cabezas destacaba que lo más difícil fue aprenderse el texto, “sin hilo conductor, vomitando las frases. A la hora de trabajarlo, ha sido sencillo porque Fernando lo pone muy fácil, dentro de una propuesta tan arriesgada”. Para Víctor Clavijo lo complicado fue seguir el ritmo a modo de flashazos.

El reto de Trainspotting sobre las tablas estaba servido. La astucia aquí es que se ha conseguido recurrir a la esencia de cada personaje, que puede ser tan individual como colectivo, formando parte de un grupo de actores con un despliegue físico incalculable, sin artificios más que los puramente teatrales, mostrando las situaciones lo más realista posible y rodeados por imágenes construidas y exhibidas a modo de televisión. “Cuando algo toca techo, no puedes ir más allá. No me interesaba hacer una obra sobre las drogas. Quería hablar de unos tipos que están encerrados en un sistema y que se pegan unas subidas y bajadas brutales”, comentaba Soto, al que le obsesionaba la manera de afrontar y de hacer entender que todos necesitamos una forma de evasión, una salida. La pregunta es; ¿cuál necesitas tú?

Elige la vida. Elige un trabajo. Elige una familia. Elige una carrera.

[…]

Elige un bonito lugar para tus vacaciones. Elige hacerte todo lo viejo que puedas hasta que te vayas pudriendo.

[…]

Yo elegí otra cosa.