No se puede mirar vuelve al Teatro Lara los miércoles de septiembre y octubre (y el 30 de agosto).
Personajes absurdos en situaciones cotidianas; personajes cotidianos en situaciones absurdas. Así aterriza No se puede mirar en la sala Lola Membrives del Teatro Lara, una obra que plantea, cuestiona y ovilla varias vivencias con escrupulosa valentía y originalidad, provocando la risa de manera inmediata. Desde el pasado 5 de marzo, el público se hunde en la generosidad ofrecida por este montaje por desvariar a través de una reflexión colectiva, que llega rauda y veloz desde la primera de las historias.
Jesús Amate ha escrito y dirigido un montaje tan surrealista como contemporáneo, en el que el comportamiento humano conoce límites insospechados. ¿Es necesario reírse de situaciones ridículas, ácidas y exageradas? Nosotras pensamos que sí, rotundamente, viendo un trabajo que ha crecido desde que lo conociéramos en el Off de La Latina. Las contradicciones más anecdóticas, la cotidianeidad más rebelde y la complicidad más íntima del espectador se dan cita en una producción que merece un público rabioso de estigmas que le espabilen.
En la función del pasado domingo, pudimos ver al sorprendente Jesús Amate y al divertidísimo Diego Lescano, acompañados esta vez de Nicolás Gaude, que siempre se hace aún más grande cuando sale a escena, y Luna Paredes, mi debilidad escénica; siempre que voy a verla, ya voy aplaudiendo de camino al teatro. Los cuatro interpretan El imbécil, El conferenciante, Homologada y Limbo, cuatro “historias de bolsillo” divertidas, chispeantes y tremendamente sorprendentes para reírse de lo absurdo de la vida.
La compañía Benamate se encarga de presentar No se puede mirar, que ha sido Premio Nacional de Teatro Talent Madrid 2014 y participante en el II Festival de Primavera Art-Teatro de Ciudad Real 2016. No hay ni que reconocerse en los personajes, ni incomodarse en el asiento, simplemente hay que ir a disfrutar de un protagonismo clave en esta obra; lo absurdo de perderse, sin rodeos, en una pequeña sala en la que el juego y la risa pueden ser infinitos.
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