Los Teatros del Canal de la Comunidad de Madrid acogen el estreno en la capital de El pintor de batallas. Este título nos es tan conocido por ser una novela homónima de Arturo Pérez-Reverte. Su versión escénica cuenta con la dramaturgia y la dirección de Antonio Álamo y la protagonizan Alberto Jiménez y Jordi Rebellón, en la Sala Verde, del 22 de marzo al 16 de abril.
Hasta ahora, es la única de las ficciones de Pérez-Reverte que se convierte al teatro por cesión de derechos. Trata de enfrentar al público con la imposibilidad de mantenernos al margen, de ser solo espectadores. El famoso escritor confiesa que es la primera vez que aplaude la adaptación de uno de sus textos sin fisuras y que “se ha convertido en literatura pero es real. Es un ejercicio de purga personal, de recuerdos, un ajuste de cuentas conmigo mismo, para comprender, no para justificarme. Me reconozco a mí y a mi texto en esta obra”, tanto que llegó a olvidar que el texto era suyo.
El pintor y fotógrafo de guerra Faulques y el superviviente Ivo Markovic, retratados por Reverte como “dos dignos hijos de Edipo que están buscando quién es el culpable de los horrores de la humanidad”, uno más tierno y otro más egoísta, se dan cita en una adaptación en la que las heridas de la guerra son morales además de físicas. Como temas enredados en la trama principal, aparecen la crueldad, la maldad, la conciencia humana, el recuerdo, la supervivencia, el factor azar en el desarrollo de las vidas, el amor, el caos, las convenciones sociales, la indiferencia, los fantasmas interiores que llevarán a los espectadores a preguntarse si todos somos culpables o si sirve de algo recordar.
La fotografía como arma es expuesta en una historia tan sólida como sincera, en la que los reproches forman parte del pasado y del presente y en la que la verdad no se intenta ocultar, sino mostrar de la mejor manera posible; sobre un lienzo audiovisual que encarcela la memoria y el corazón de ambos personajes. El pintor de batallas es un diálogo construido por la necesidad de contar, de incluir la maldad y el horror a pulso como parte de nuestra existencia, en la que hace falta tener un enemigo enfrente para juzgarse a uno mismo.
Este es el segundo montaje de Álamo, novelista, dramaturgo y director, en los Teatros del Canal, tras Maleta de los nervios. Explica que realizó una primera versión sin preguntar al escritor y, después de enseñársela, vinieron las modificaciones y las charlas: “Hemos debatido mucho en los ensayos porque es una obra ética y antibelicista, en mi opinión. Y una clave que encontramos fue que quedaba estructurada como un combate de boxeo con 15 asaltos”.
El actor Jordi Rebellón destacaba que el tercer personaje en escena es el enorme mural que les acoge y que contiene un proceso que se va intuyendo poco a poco, pues va cambiando con la memoria. Por su parte, Alberto Jiménez, contaba que hacer esta obra ha sido para él “un viaje al corazón de las tinieblas”. Admite que le quedó pendiente un debate con el autor por saber si lo que escribió es una esperanza de saber que aún podemos hacer bien las cosas porque cree que “es una reflexión sobre el horror de la naturaleza humana y sobre la esperanza”, a lo que Pérez-Reverte le contestaba que “la esperanza es que el ser humano es capaz de lo peor pero también de dialogar. Mi intención no es mejorar el mundo ni homenajear a los muertos. He querido contar mi memoria”.
Como muestran las fotografías promocionales de Julián Villanueva, en este montaje resultado vistoso y esencial el mural audiovisual, diseño gráfico del artista Ángel Haro. En relación a este cuadro, explicaba que “el arte permite entender mejor”. El trabajo se completa con la iluminación de Miguel Ángel Camacho, la música y el espacio sonoro de Marc Álvarez, además de Jara Belmonte como ayudante de escenografía, Paloma Díaz como ayudante de dirección y Gina Aguiar en la dirección de producción. El Norte comunicación y Cultura se ha encargado de la comunicación y la producción ha corrido a cargo de Masca Producciones, Minestrone Producción y Gestión Cultural, Emilia Yagüe Producciones (como distribuidora también) y en coproducción con el Teatro Calderón de Valladolid, donde se produjo el estreno absoluto.
Un hombre viene a matar a otro hombre. Las razones no están del todo claras. Sospechamos que para ninguno de los dos. Ante nuestros ojos despliegan razones, sentimientos y, sobre todo, batallas: historias de sangre, sudor, mierda e infinita crueldad. Historias de hombres, a fin de cuentas. El pintor de batallas, de Arturo Pérez Reverte, tiene algo de narración detectivesca. Pero aquí no se trata tanto de descubrir quién es el asesino –pues el asesino somos todos, o sus silenciosos cómplices— como de indagar en sus razones, en sus almas.
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