El Teatro Bellas Artes de Madrid vuelve a acoger La velocidad del otoño, una obra protagonizada por Lola Herrera y Juanjo Artero, quienes vuelven a reaparecer en el escenario como si estuvieran en su casa, en un trabajo divertido a la vez que conmovedor en el que dos generaciones charlan sobre la vida que han compartido.
Definida como “una comedia ácida”, la dirección de Magüi Mira parece una clase magistral de talento y empeño por dialogar sobre dos vidas diferentes unidas por un vínculo especial y emotivo que el espectador va a notar enseguida. Con un texto de Eric Coble versionado por Bernabé Rico, lleno de sorpresas y pequeños detalles cómicos, es difícil no conectar con estos personajes tan entrañables y difíciles a la vez desde el primer momento.
Con una escenografía en la que predomina la verticalidad y con conversaciones muy fluidas y llenas de reflexiones como que “el tiempo me está robando la vida”, el diálogo de esta obra está bien claro e intencionado desde el principio; la desigualdad o no de dos generaciones que resultan ser madre e hijo y que tienen la suficiente confianza para echarse en cara todo lo que desean, para quererse más todavía minutos después. La ternura filial y la verdad adulta no paran de surgir en esta obra, en la que Artero se pasea, se introduce en la escena y se consigna como un actor elegante y excelente en interpretación.
Mezclando diversos temas humanos, que bien merecen ser tratados con la dignidad de estos personajes, el público asiste a una charla que contiene muerte, amor, negación, belleza y, sobre todo, un punto cómico con el que entenderemos que el humor es la mejor terapia ante cualquier situación en la vida.
La velocidad del otoño es una coproducción de Pentación Espectáculos y Tal y Cual y permanecerá en el Teatro Bellas Artes hasta el próximo 26 de marzo. Si tuvisteis la suerte de deleitaros con esta pareja en la obra Seis clases de baile en seis semanas, seguramente necesitéis disfrutarles en este nuevo montaje. Y si aún no les habéis visto juntos, os recomendamos que no os perdáis esta pequeña maravilla en Madrid.
Alejandra, una artista de 79 años de edad, se enfrenta a su familia por el lugar donde va a pasar el resto de los años que le quedan de vida. A su favor tiene su ingenio, su pasión por la vida y una barricada que ha creado en la puerta de su casa con suficientes cócteles molotov para hundir el bloque entero. Pero sus hijos tienen su propia arma secreta: su hijo más joven, Cris, que regresa después de 20 años de ausencia apareciendo a través de la ventana del segundo piso en el que vive Alejandra para convertirse en un mediador in extremis de la familia. Apenas pronuncia las palabras “Hola, mamá” cuando las bombas emocionales comienzan a explotar.
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