Primero fue un libro. Luego una película y ahora una obra de teatro. Las palabras las escribió Lorenzo Silva, de la cinta se encargó Manuel Martín Cuenca y, en los escenarios, la codirección ha corrido a cargo de Adolfo Fernández y David Álvarez. Y así sigue La flaqueza del bolchevique, haciendo palpitar al público desde 1997. Ahora lo hace en los Teatros Luchana, los fines de semana de enero y febrero.
Susana Abaitua y Adolfo Fernández son la adolescente y el hombre adulto que dan vida a los protagonistas de esta historia. El espectador puede inquietarse y es normal. De la peripecia cómica se salta inmediatamente a la sospecha, a la disimulada sensación de preguntarse qué pasa en escena. A partir de la adaptación de David Álvarez, el texto, encajado en una escenografía de Jose Ibarrola que sirve y brilla de forma brutal, se ha ido construyendo hasta acercarse a la actualidad. El acierto reside en la participación animada de un monólogo que va inscribiéndose en un diálogo que peca de sensual, atrevido y constantemente a la altura de la historia.
Cuando aparece Fernández en un casi abstracto escenario, estamos seguras de que la sala de los Teatros Luchana hasta cambia de color. Su impronta, su manera de enfrentarse a un público, que tiene sus propios focos, es arrebatadora y se respira la personalidad desorbitada de un personaje abrupto. Cuando aparece Abaitua, su masculina sensación, y la nuestra, es que el tiempo se ha detenido por la forma que tiene de jugar, de juzgar y de interpretar a Rosana, porque deleita y ofrece una réplica en alza y con una eficaz continuación que hace que la narración no tenga tiempo para detenerse.
La magnífica y bien resuelta interacción entre distintos personajes que no figuran llama la atención, junto al truco audiovisual de una piscina que se construye allí mismo, dejando al público posiblemente boquiabierto. Así, son varios los detalles que hacen de esta obra una llamativa propuesta de la que disfrutar hasta el 19 de febrero en los Teatros Luchana.
La flaqueza del bolchevique viene presentada por K Producciones, una compañía con sede en Bilbao que nació en el año 2000 a raíz de la asociación de Adolfo Fernández y Cristina Elso y con el objetivo de llevar a cabo proyectos de marcado contenido político y social.
El protagonista y narrador de esta historia se empotra contra el descapotable de una irritante ejecutiva. Ciertamente, él se distrajo un poco, pero ella no tenía por qué frenar en seco ni escupirle todos los insultos del diccionario. Por ello, y para hacer soportables las tardes de aquel bochornoso verano, decide dedicarse “al acecho y aniquilación moral de Sonsoles”. Gracias al parte del seguro, consigue su teléfono, y así conoce a su hermana Rosana, una turbadora adolescente. Aunque no tiene ninguna fijación con las jovencitas, conserva un retrato de las hijas del zar Nicolás II. Le atrae especialmente la duquesa Olga y a menudo se pregunta qué debió sentir el bolchevique encargado de matarla.
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