Hace dos domingos, La necesidad del náufrago se subía de nuevo a los escenarios celebrando así su segundo aniversario desde su estreno en Huelva, lugar de nacimiento de su dramaturgo y director. Aunque sus pasos artísticos comenzaron como actor, en Madrid, y en cada vez más ciudades españolas, es más conocido (y reconocido) por escribir textos que hurgan en la materia humana con pasión y por dirigir sus propias historias con un aliento infatigable y deseoso, creemos, de nuevas aventuras. Con Pablo Canosales y otros tres miembros del equipo nos reunimos en una cafetería cerca de la que ahora mismo es su segunda casa, el Teatro Alfil de Madrid, una sala que ha confiado en este proyecto, junto a Eduardo de los Santos de Serie Teatro, en la que llevan asentados ya tres meses y en la que prorrogan este mes y el primero del año 2017. De momento. Pues todo lo que va a llegar os lo vamos a contar en la entrevista que nos concedieron entre cafés.
Carmen Valverde y Diego Cabarcos llegaron juntos a la obra, después de que se hubiera creado, en sustitución de otros dos actores anteriores. Ahora, junto a Víctor Nacarino y Javier Prieto, parecen ser parte natural de esta secreta receta que todos saben guardar, con la que se desmadran, se desnudan y se enamoran en escena. Cabarcos ha sido el último en acudir a nuestra cita y lo primero que le preguntamos es si puede presentaros la obra: “Son 16 historias que se entrecruzan o no, acerca de la necesidad del ser humano y que parten de anécdotas. A primera vista pueden parecer escenas cotidianas que nos pueden ocurrir en cualquier momento, pero al ponerlas todas juntas sobre el escenario se crea magia. Ofrecemos un trabajo y es el público quien se encarga de recibirlo y de completarlo, haciendo que cada uno tenga una respuesta”.
Dos años de representación más toda una labor de preproducción anterior han dado para mucho y su autor nos comenta que el texto ha cambiado a la vez que ha mejorado en todo este tiempo: “A la hora de crear, me gusta hacerlo con los actores y que el texto evolucione con ellos. Este libreto lo ha hecho tanto que en una de las escenas, hay un final alternativo creado por ellos”. Seguramente también los actores hayan tenido algún quebradero de cabeza con las sillas porque, para hablar de La necesidad del náufrago, hay que nombrar a sus 12 compañeras de viaje. Mientras charlamos con ellos, sonríen cómplices. Después de ver la obra, te das cuenta de la coreografía tan eclipsante que componen encima del escenario y, si os fijáis un poco más, os llegaréis a preguntar cuánto tiempo de ensayo ha requerido. Con nombres propios, con cada una de ellas se construye un nuevo escenario sobre el que moverse, confesando que para ellos, el movimiento de estas sillas fue la parte más difícil, además de saber incorporarlo a cada personaje.
¿Cuáles han sido las reacciones del público? ¿Qué os han dicho, qué les sorprende?
Pablo: Recibimos comentarios muy diferentes en los que las opiniones no coinciden. Esta es una obra que no se cierra con los aplausos sino que parece que se crea una pos-función con todos los comentarios, con los puzzles que crea el público. Es algo muy bonito.
En esta obra hay varias historias juntas. ¿Cuál os gusta a vosotros más?
Diego: Me lo paso muy bien en Guerras y matices. Plantea una cosa muy real y es muy divertida. Me imagino esa escena sucediendo en cualquier parque. Me gusta cómo el sentido del humor te hace reflexionar y creo que la gente se queda pensando mucho sobre esa pieza después.
Carmen: La escena de La lámpara es la que más me gusta porque nos permitimos hacer el loco, jugamos mucho. Ahí es cuando más siento verdaderamente que somos un equipo porque nos complementamos muy bien. Al público creo que le descoloca mucho al principio pero luego la sigue sin problemas. Por otro lado, en la escena de Cuarteto de suelo, el monólogo me parecía una locura. No sabía cómo hacer que la gente entendiera a esa mujer y que se pusieran en su lugar o quisieran ser partícipes de una experiencia así. Y ahora es un monólogo que me encanta y me hace disfrutar mucho. Y siento que la gente la comprende.
Hay carteles que se muestran en la obra para presentar las diferentes historias, ¿sentíais que eran necesarios para ir guiando al espectador?
Pablo: Al principio no sabíamos muy bien cómo lo íbamos a contar. Recuerdo que alguien lo narraba y salía un actor, decía el título y comenzaba la escena o daba pie. Luego pensamos proyectarlo o escribirlo en algún sitio. Al ir configurando la escenografía, nos fijamos en el mueble que aparece en escena y que estaba totalmente a la vista y allí decidimos poner los carteles. Ahora ya lo tienen dominado pero es un trabajo difícil para los actores porque tienen que estar pendientes de cambiar las sillas, del vestuario, del cartel, del golpe de la música y de la luz.
Tania: Tiene que ver con la idea de los efectos en el teatro. La nueva tecnología y las proyecciones hay que tratarlos con mucho respeto. A Pablo y a mí nos gustan mucho los efectos a la vista del público, la idea de que el teatro te cuente el truco.
Pablo: Nos gusta esa cosa artesana del teatro porque creo que no hace falta tanto artificio.
Tania Tajadura, escenógrafa y diseñadora de vestuario, también está presente y nos alegra muchísimo. Pocas veces se incluye en las reseñas o en las noticias de teatro (nosotras misma pecamos) esa parte tan importante, que logra captar la atención del espectador para darle una sensación de unidad y de buena presentación de los diferentes personajes que van a pasar por delante de sus ojos durante más de una hora y media.
¿Cómo se ha trabajado la puesta en escena?
Tania: La escenografía partió de Pablo, de su idea de las sillas y de la manipulación de éstas. Y a partir de ahí comenzamos a trabajar. Era importante el número, 12. Se nos ocurrió la idea de ir creando los espacios con las sillas, dando una estética conjunta que uniera las piezas. Había que buscar una línea que le diera un hilo a todo. Y además, algún elemento para ir creando ambientes. Es un gran trabajo por parte de los actores, que no paran de moverlas y de construir porque, además, cada silla es diferente. En los montajes de Pablo siempre hay un punto de teatralidad y trabajamos a partir de cómo crearla, de hacer que sea algo real pero con un aspecto de teatro. Con respecto al vestuario, lo buscábamos neutro, que fuese de alguna manera contemporáneo pero sin ir directamente al negro básico. El vestuario inicial fue uno que, en el momento de probarlo en los actores, lo desechamos casi por completo porque no funcionaba y lo tuvimos que rehacer.
Los tres son actores pero Pablo ha cogido el gusto y el ritmo por estar al otro lado del escenario: “Soy actor pero hace mucho que no actúo. Me apasiona escribir y dirigir, dejar a los actores que configuren mis textos”. Podíamos escribir que nos habla de todos sus trabajos y compañeros con un brillo especial en los ojos. Pero nos quedaríamos parcas en palabras. No se ha sentado presidiendo la mesa en la que estamos pero logra acogernos a todos hablando con mucho cariño de la obra y con respeto por la profesión. “Creo que la gente, cuando va al teatro, va a sentarse en la butaca a ver qué le cuentan y creo que hay que ir al teatro a que me cuenten”. También nos explica lo que para él viene significando La necesidad del náufrago: “Es algo muy sencillo. Cuento cosas que en su día me movieron y creo que nos mueven a todos. Son historias básicas, de relaciones humanas, de pararse y decir “¡Hola!, ¿qué tal?”. Queremos que la gente venga a disfrutar, a dejarse llevar y a ver un trozo de nuestra vida, de realidades. Son historias que se convierten en trascendentales desde el momento en el que para ti son importantes”.
Actor, director y dramaturgo, ¿cuál es el siguiente paso, Pablo?
Reestrenamos ¿Qué se esconde tras la puerta? en febrero del próximo año. Hay nuevo elenco, retomamos, comenzamos gira y estamos muy contentos de que el público conozca el proyecto. Todo va sumando porque La necesidad del náufrago ayuda que este otro trabajo se conozca y al revés, se retroalimentan. Tenía muchas ganas de unir a diferentes voces. También me han incluido en una antología de textos de varios autores que ya está a la venta bajo el título La paradoja del dramaturgo. Mi pieza es Ilústrame.
Musarañas y La necesidad del náufrago serán editados por Esperpento Ediciones Teatrales. ¿Se ha puesto de moda la edición de textos teatrales o es que los espectadores necesitamos leer más teatro además de acudir a las salas?
Pablo: Hay una expansión del teatro leído, efectivamente, con editoriales que se están asentando en Madrid y están dando visibilidad al teatro para que no se quede simplemente en escena. O al revés. Fernando Olaya, con Ediciones Esperpento, nos edita en enero Musarañas y La necesidad del náufrago en un mismo volumen. Se está llevando mucho lo de leer teatro y así se abre a más público también, sobre todo a la gente que no está acostumbrada a la literatura dramática. Poder editar un texto mío es un regalazo.
Tania: Si es una moda, que no acabe. Tiene que ver con el hecho de que, cuando hablas con gente ajena al mundo teatral, hay todavía una parte del público que no es habitual, que lo ve como algo antiguo, de personas mayores. Pero ahora es otra idea y para intentar llegar a más gente, son más creativos. Si la gente que no va al teatro fuera, se daría cuenta de que no hay sólo clásicos, sino que hay obras contemporáneas que te llegan, que te emocionan. Tiene relación también con la educación que nos dan, leyendo los mismos clásicos interpretados de la misma manera.
SieTeatro Producciones ya se ha encargado de presentar unas cuantas obras anteriores; Una pregunta (2007), Gerundio del verbo pensar (2010), London Don (2011), Musarañas (2014). La compañía nació hace varios años ya, como nos cuenta su creador: “En la escuela, en segundo de carrera, decidí crear un grupo de trabajo para experimentar. Éramos siete compañeros. Comenzamos a escribir, a improvisar… Había una necesidad de crear. Salió un primer proyecto que presentamos en la escuela y llegamos a Francia. Desde ahí, surgió el segundo montaje, estrenando en La Imperdible y desde ahí ya nos dedicamos al teatro”. Además, la obra ha llegado a Madrid con la siguiente lista de premios: Mejor Dirección (Pablo CanoSales) en el Festival Nacional de Teatro de Dos Hermanas (Sevilla), Mejor Actor de reparto (José Luis Verguizas) en el Festival Nacional de Teatro de Dos Hermanas (Sevilla), 2º Premio en el Festival Nacional de Teatro de Navalmoral de la Mata (Cáceres), Mejor Dirección Escénica (Pablo CanoSales) en el Festival Nacional de Teatro de Navalmoral de la Mata (Cáceres) y Premio Especial del Público en el Festival Nacional de Teatro de Navalmoral de la Mata (Cáceres). Todos están de acuerdo en lo que Canosales expresa: “Estamos muy contentos por la repercusión y la visibilidad que estamos consiguiendo. Es satisfactorio que el proyecto genere interés. Es importante que estemos encima de nuestro trabajo y de lo que queremos y amamos. Con nuestro salto al Teatro Alfil nos planteamos hacer nuevas fotos promocionales. Entre todos hemos configurado la obra y es importante cómo la enseñas porque es un trabajo de promoción en grupo y poco a poco, el equipo crece y nos vamos ayudando”.
¿Hay lugar para el teatro off en Madrid? ¿Vale la pena dadas sus condiciones?
Carmen: Hay que seguir peleando por ello, para que las condiciones mejoren y para que tenga el lugar que se merece, incluida la repercusión social. Creo que nos estamos olvidando de la misión que el teatro tiene en el mundo. Ojalá en el colegio se diera más importancia, se enseñara diferente y se insistiera en todo lo que ofrece el teatro. Si estamos aquí, aunque ganemos muy poco dinero o lo hagamos por amor al arte, es porque merece la pena. Pienso firmemente que es una manera de aportar algo bello al mundo.
Diego: Es un logro personal por todos los impedimentos que hay. Cuando consigues llevar a cabo un montaje y que vaya gente a verlo ya es un logro. No voy a dejar de hacer lo que me apasiona con todas mis fuerzas a pesar de lo difícil que es. El teatro hay que hacerlo, sea donde sea.
Pablo: No siempre ganas dinero ni todo lo que quisieras. Se ganan otras cosas que valoramos como equipo. Nosotros hemos ido decidiendo los pasos que vamos dando, lo que nos ha permitido encaminarlo hacia dónde queremos nosotros. Es bonito y creo que tenemos suerte.
Con esta última pregunta sobre el teatro nos despedimos, justo antes de verles subirse una tarde más al escenario. Aquí en Madrid tienen una ocasión de trabajar en lo que más quieren y les gusta, ya que, como bien aclara Pablo, “hay más posibilidades, mayores oportunidades y ofertas teatrales. Si no hubiera venido aquí, no me hubieran editado”. Aunque no se olvidan de su tierra: “El año que viene iremos a Sevilla y es muy bonito volver a casa habiendo hecho todo esto ya en Madrid”, termina Carmen, lanzando un último mensaje al público: “Quiero que la gente joven venga a disfrutar de esta obra porque me importa que vean teatro, porque son el futuro espectador y hay que hacerles ver cosas diferentes y hacerles sentir”.
4 actores. 12 sillas. 16 historias. 40 personajes. 80 minutos. Y hasta aquí, 2.329 palabras. Si todo esto no os ha convencido, si no os ha picado la curiosidad por saber qué se cuece los domingos en el Teatro Alfil o si simplemente buscáis una oportunidad teatral que os sorprenda, id a descubrir La necesidad del náufrago. Estamos seguras de que os apetecerá naufragar (más) en esta vida y volver a echar el ancla las veces que haga falta, como estos cuatro protagonistas que seguro representan a alguien que nos esté leyendo.
Fotografías realizadas por Samantha Herrera
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