Vuelve EL INTÉRPRETE

Intentar presentar a Asier Etxeandia a estas alturas es difícil y nosotras optamos por invitaros a que le veáis en cualquiera de sus trabajos para que os deis cuenta de la magnitud de la que es capaz. Sobre un escenario o delante de una cámara, su trabajo es sublime sin que su interpretación caiga en la inercia pues, tambaleándose entre personajes originales, curiosos e inolvidables, Etxeandia causa casi un efecto sobrenatural a través de cada papel que defiende con absoluta seguridad técnica y artística.

Desde el próximo 22 de abril y hasta el 15 de mayo en el Teatro Calderón, Asier Etxeandia vuelve a transformarse en El intérprete, convirtiéndose él y su grupo de músicos en un espectáculo que no se saca de la memoria ni del corazón. Os lo decimos desde la plena confianza de haber sentido la magia de su voz, la ritualidad de su profesión y la belleza de su mensaje por dos veces ya, en distintos teatros inundados de una misma energía con nombre propio.

Rodeado siempre de amigos, como Daniel Grao, Hugo Silva y Javier Bardem que le han acompañado sobre el escenario en diferentes ocasiones, y con una absoluta y envidiable libertad en todos los niveles personales y artísticos, Asier Etxeandia salta, ríe, llora, explota y viaja en el tiempo como quiere a través de la música y sus recuerdos, invitando constantemente al público a un encuentro íntimo al que dejarse arrastrar y vibrar de emoción.

Asier Etxeandía, Tao Gutiérrez, José Luis, Huertas y Ana Sánchez de la Morena conforman Factoría Madre Constriktor, factoría de creación encargada de la producción de El intérprete, en un show que regala a los espectadores canciones de Kurt Weill, Héctor Lavoe, Lucho Gatica, Chavela Vargas, La Lupe, Gardel, Talking Heads, David Bowie, Rolling Stone con la interpretación y la voz de Etxeandia acompañado de Guillermo González al piano, del contrabajista Enrico Barbaro y de Tao Gutiérrez a la percusión.

Todo es posible con El intérprete, pues no hay ninguna barrera cuando el viaje propuesto en este proyecto comienza. Atreverse a compartir sus vivencias, sus sentimientos y sus canciones es saborear con todos los sentidos un pequeña historia que se hace eterna a través de los amigos invisibles.

“Cuando era pequeño me ponía de espaldas contra la pared en un rincón de mi cuarto. No me ponía así porque me hubieran castigado, ni porque fuera autista. Bueno, un poco autista, quizá… pero no más que cualquier niño vasco hijo único, Pero no. Simplemente me ponía contra la pared y empezaba a cantar. Unos cantan en el coche, otros en la ducha; yo cantaba de espaldas en el rincón. Escuchaba mi voz con el eco de la pared, un eco que hace que parezca que cantas al micrófono, y me sentía un cantante de verdad.

Cuando era pequeño me apartaba de los demás en el recreo y me quedaba a solas imaginando que era actor, que era cantante, que era… el intérprete.

Cuando era pequeño, era un niño raro.

Cuando era pequeño tenía un montón de amigos invisibles. Cantaba y actuaba para ellos, mis cómplices, mi público. Mis amigos invisibles eran yo mismo y los demás; con ellos recorrí los mundos de mi imaginación y a ellos les debo todo lo que soy: el actor, el cantante,… el intérprete.”