Corta, pica, tritura.
De hace dos noches en Nave 73 recuerdo un escenario lleno de locuras, muchísimos compañeros arropando el trabajo de otro, sentados expectantes, y sobre todo recuerdo risas, muchísimas carcajadas acompañadas de aplausos. Recuerdo que todos en la sala caímos rendidos ante el trabajo de Pulveriza, obra de teatro escrita y dirigida por Abel Zamora, que nos enseñaba de nuevo el talento que tiene y del que aún disfrutaremos con todo lo que siga haciendo como actor, director, dramaturgo o con lo que se atreve a ser.
Esta especie de “bizarro trabajo”, como él mismo señalaba en redes sociales horas antes de su estreno, y cuyas palabras clave, Corta, pica, tritura, ya intentan advertir de la tremenda historia representada, resultó ser un trabajo que no pierde en ningún momento el ritmo; directo, divertido y terrorífico a la vez, con unos actores que deslumbraron en interpretación y mantuvieron la tensión constantemente sin adornos y sin complejos.
Marta Belenger, Nuria Herrero, María Moroto y Mentxu Romero son las hermanas Castaño, cada una con una extraña peculiaridad. Un trabajo impecable el de estas mujeres que llevan sin interrupciones el ritmo de la acción. Belenger representa la figura maternal, Herrero marca el inicio del fin, con inteligencia en el modo de hablar y deslumbrando en su papel desdoblado que deja con la boca abierta a todo el público, mientras que la pareja más peculiar de hermanas, Maroto y Romero, contiene los mayores toques de humor pero a la vez juegan con una ternura que bien vale la pena decir es muestra de un seguridad aplastante sobre el escenario.
El reparto lo completaban dos actores más; Juan Blanco, del que tenemos unas maravillosas referencias porque siempre disfrutamos inmensamente viéndole en teatro, y David Matarín, que sorprende con un personaje adorable a la par que impactante, que se mueve en el escenario como pez en el agua, como si se hubiera sentido cómplice de su personaje desde el principio y así nos lo quisiera demostrar.
Fotografía de Abel Zamora tomada durante los ensayos de «Pulveriza» en Espacio Muelle 36 (Instagram @abel_zamora)
El plato fuerte se servía con toques macabros, en una escenografía que dejaba volar la imaginación y el miedo pero que se convertía al instante en una fuerte muralla contra el mundo para todos los personajes que convergen en ella. Las excentricidades de cada uno son perfectamente completadas con una puesta en escena que les arropa exquisitamente, con un juego de lugares que logra atrapar a los espectadores y a la vez les hace querer alejarse de allí, por la tremenda pesadilla cómica obligados a presenciar, como si se tratase de la versión más contemporánea hecha hasta el momento de La matanza de Texas.
Pulveriza es una historia de mujeres, marcada por la soledad, la incapacidad de comunicación, la rivalidad y la lucha imperiosa por adaptarse a la sociedad o ser la excepción, todo magistralmente llevado al extremo por un texto cuidadoso que golpea con sinceridad y, sobre todo, con muchísima comicidad con cada uno de los personajes. Calificar esta obra con toques de humor negro se queda cortísimo ya que la verdadera astucia de Abel Zamora ha sido ser valiente y reflejar una situación tanto individual como colectiva de la que reírnos tan fuerte que se nos olviden los defectos de cada uno. Las carcajadas se contagian inevitablemente en la sala de teatro de Nave 73 y junto con las hermanas Castaño aprendemos su pasado y las intentamos comprender con sus miedos y derrotas y con su empeño por seguir adelante tachadas de locas y algunas cosas más no especialmente bonitas.
Desde el propio folleto de la obra, que es entregado en mano de manera muy original, pasando por el ambiente que se crea, la música que acompaña y hasta las situaciones de estas extrañas y feas hermanas, parece calculado para entrar en una casa del terror de la que salir convencido de que el arte contemporáneo es más híbrido que nunca y gracias a trabajos como el de Abel Zamora se puede llorar de risa viendo una tragedia humana brutalmente expuesta.
El 25 de noviembre de 2007 en la montañesa localidad tabayulense Techo de Palomar, hallaron carbonizados los cuerpos de las cuatro hermanas Castaño en el sótano de su residencia familiar. ¿Murieron mientras dormían? ¿Se mataron entre sí? ¿A quién pertenecía el cuerpo de aquel varón aun sin identificar? Lo único claro del caso es que cuando los vecinos, alarmados por los gritos, vieron las llamas crecer, se quedaron inmóviles sin llamar a los bomberos, disfrutando así de la cálida estampa y del espectáculo dantesco de alaridos y fuego. Tanto sus muertes como sus vidas seguirán siendo un misterio… ¿O tal vez no?
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Abel Zamora y «Pulveriza» nos deja mudos , porque el tema y lo impactante de la obra, es producto de una gran imaginación y miedo.
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