“Quiero hacer una obra de teatro para el público”. Quizás así comenzó todo, en esta confesión que hacía José Manuel Carrasco a Pilar Bergés y que, a día de hoy, les tiene en un teatro como director y protagonista de Todo irá bien, rodeados de otros tres actores grandes; Ignacio Mateos, Laura Barceló y Juan Dávila, encargados de adaptar lo que en principio fue un guión cinematográfico al teatro.
Los sábados por las mañana, a la hora del aperitivo, la sala off del Teatro Lara se llena de gente para encontrarse de frente con la historia de Pilar, para reír y quizás llorar un poco y, sobre todo, para identificarse con muchas de las cosas que son ofrecidas en escena. Nosotras tuvimos la enorme suerte de llegar también un sábado, algunas horas antes de la función, y de ver todo el proceso teatral por el que pasa un día a la semana el equipo que ha sacado adelante Todo irá bien, desde que se estrenase en La Trastienda el pasado año, como nos cuenta su director: “Pilar y yo ya habíamos hablado de trabajar juntos y le dije que podía sacar una obra de teatro del guión y hacer el viaje a la inversa. Y salió muy fácil. Ella estuvo desde el principio y en el proceso de reescritura del texto, ya estaba poniendo cara a los actores”.
El primero en llegar a nuestra cita ha sido el madrileño Juan Dávila, cofundador del grupo de teatro de improvisación Improclan y más conocido por su faceta cómica, demostrable en shows como el que se encuentra realizando actualmente en el Teatro Senator de Gran Vía, La capital del pecado. Confiesa que “la comedia que más llega viene del dolor. Y la gente se ríe más cuando es de algo verdadero y te pones a ti mismo para ello. Creo que es un ejercicio de humildad asumirlo como propio y proponerlo y exponerlo al público”. Su experiencia en teatro le hace pisar fuerte y con seguridad en el escenario, dando vida a Miguel, personaje que “empatiza directamente con el público por sus características”, según palabras del director.
La barcelonesa Laura Barceló llega ilusionada y preparada para la ronda de preguntas. Con su experiencia en cortometrajes, teatro, danza e incluso como ayudante de dirección, Carrasco creyó en ella para el personaje de Carmen “por su energía”, noticia que le llegó como chivatazo de Pilar.
El personaje de Nacho fue el más difícil de poner cara y con él, el malagueño Ignacio Mateos fue el último en incorporarse a la pandilla de instituto de la que se acuerdan constantemente estos personajes, aunque el director no le conociera personalmente. Cuando nombramos a Mateos, su nombre ya es sinónimo de arte por haber interpretado al mejor Picasso que conocemos en la película La banda Picasso (Fernando Colomo, 2012). Además, del 24 de noviembre al 13 de diciembre vuelve al Matadero con Danzad malditos y tiene pendiente el estreno de la película Lejos del mar (Imanol Uribe).
Para adaptarse al Lara, tuvieron que organizar otra propuesta escénica, ya que venían de un espacio más pequeño del que nos hablan así:
Pilar: En La Trastienda entraban unas 30 personas y sentías tanto la energía del público que casi escuchabas sus pensamientos, es decir, sabías si estaba gustando o no porque veías todos los gestos. En el Teatro Lara, la obra ha crecido en espacio escénico y porque jugamos más con los elementos que tenemos aquí y todo eso ha sumado mucho, al texto incluso.
Ignacio: La Trastienda te da una conciencia corporal tan grande que te hace estar pendiente de todo; había tanta luz que a la gente incluso le daba vergüenza reírse porque se veía todo. Aquí el público se piensa que hay una pared delante y reacciona de otra manera, mucho más libre.
En la obra, la protagonista cumple 30 años, ¿ha sido una fecha clave con la que jugar?
Carrasco: Quería hablar de los treintañeros porque es como una edad o una época en la que se tienen que anclar una serie de cosas o estar más seguro porque, se supone, has madurado. Pero cuando llega, me doy cuenta de que no. Aceptarlo me costó una crisis porque uno llega con unas expectativas y te das cuenta de que tienes muchas cosas que no has solucionado. Quería hablar de eso porque seguimos siendo unos adolescentes, haciendo las mismas tonterías, pero queda un poquito más descontextualizado y peor, más ridículo. Lo triste del asunto no es tanto hacerlas sino no darte cuenta de que las estás haciendo.
¿Por qué una cajera y una cartera?
Carrasco: Porque indican el sitio de donde yo vengo, de la clase obrera y me siento muy cómodo, aunque me jode mucho que aún estemos en una sociedad clasista. No puedo presumir de que soy un intelectual si no acepto que vengo de un pueblo obrero; tengo esa mentalidad obrera en mi trabajo. No me he desvinculado de esa realidad que a mí me ancla muchísimo, una realidad en la que la gente tiene problemas. Me gusta pensar que estoy dando voz a un grupo de personas que, normalmente, en el teatro no la tienen. Es otro tipo de juventud que, con el boom inmobiliario, dejaron los estudios y la formación para trabajar y ganar dinero porque el sistema capitalista les engañó, como a todos nosotros, y ahora no tienen herramientas para poder tirar para delante.
¿Hubiera sido una historia diferente si la protagonista no hubiera dejado los estudios e igualmente tuviera un trabajo precario cumpliendo 30 años?
Ignacio: Posiblemente hubiera contado lo mismo pero un determinado público se hubiera distanciado. El punto de vista de la obra lo hace más universal y no te coloca obligatoriamente en una clase para que tengas que te pase esto sino que abarca mucho más.
Carrasco: Me apetecía, a nivel de dramaturgia, establecer un punto de vista. Es verdad que los problemas de madurez se tienen seas catedrático o cajero, porque es una realidad, y por eso creo que la gente empatiza, pero no me apetecía intelectualizar demasiado; quería hablar en general de la crisis, de la crisis personal, de cómo se sienten estos personajes desde la realidad que ellos están contando para que fuesen descubriendo su depresión, su propia crisis.
Laura: Sería otra frustración, otro tipo de historia. En esta historia hay algo de casero, de realidad, que es lo que hace que abarque a la mayoría de público. Yo también vengo de un barrio obrero y a mi gente, de alguna manera, le llega más este tipo de teatro. No hace falta que tengas ninguna carrera para entender esto.
En la obra se mira constantemente hacia el pasado, hacia el instituto concretamente, ¿es obligatoria esa mirada atrás para encauzar nuestro futuro?
Carrasco: Era necesario hablar de una generación de los 30 en la que somos adolescentes todavía y es necesario hablar de esa adolescencia para entenderla. Ahora somos el resultado de una serie de cosas que han ocurrido ahí y es necesario agarrar el pasado para tirar para el futuro, no negar nada. Es necesario ver de dónde vienes para saber a dónde vas. Para mí fue una época bastante decisiva porque descubrí el teatro, lo que me gustaba, mi esencia, para lo bueno y para lo malo, y soy el resultado de todo eso. Hay una cosa de pensar los proyectos que éramos y en lo que nos hemos convertido.
Juan: También es importante lo que te proyectan los demás, desde fuera, y lo que se espera de ti que llegues a dar; Lo que muchas veces nos han puesto de futuro y a veces es diferente a lo que tú has elegido.
Ignacio: Creo que hay dos tipos de personas, las que se creen lo que los demás esperan de ellos y los que hacen todo lo opuesto, como mi personaje, al que todo el mundo rechaza y él vuelve. A cada personaje de la obra, el instituto le marca de manera diferente pero muy fuerte. Cada uno ha vivido algo muy concreto que les ha hecho ser lo que son ahora, cogiendo las riendas o dejándose llevar.
Laura: Recuerdo el instituto como la selva porque había de todo y una cosa clara; o eres de los guays o de los frikis. Yo era de las guays con alma de friki. Pero a mi personaje, me da la sensación de que sí le ha marcado pero no quiere ver ese dolor mucho rato. Creo que le ha marcado tanto que le ha hecho salir para delante y lo repite mucho.
Juan: La gente que ha venido a ver la obra nos comenta que, a pesar de ser personajes tan diferentes, se han sentido identificados con cosas concretas de cada uno de ellos. Eso significa que estamos llegando directamente.
La zaragozana Pilar Bergés interpreta al personaje central de Todo irá bien que, recién cumplidos los 30, se replantea su vida y toma una decisión importante con la ayuda de los que la rodean. Bergés continúa su formación y habla orgullosa de ello. Parece sentirse muy cómoda sobre un escenario e incluso se ha colocado detrás de una cámara para dirigir un cortometraje, Radetzky; aunque “el gusto de actuar para mí es el mismo siempre”. Desde el principio, estuvo en el proyecto, del que se siente afortunada por todo lo que han conseguido: “Hemos tenido la suerte de que, desde el principio, hemos estado muy bien rodeados de amigos que nos han ayudado y por otro lado, el boca a boca y las críticas buenas. Empezamos esta obra con mucho trabajo, amor, sin ninguna pretensión y ha sido todo en equipo. Y me parece un regalo pensar cómo empezamos y dónde estamos ahora”. Su cómplice, Carrasco, continúa: “Hemos trabajado con mucha ilusión, con muchas ganas y esperando que al público le gustase y mientras, han pasado cosas como la de Javier Vallejo y su crítica en El País, de una obra pequeña, en una sala off, que no me esperaba. Ha habido muchas muestras de cariño y de creer en el proyecto y de ayudar y eso es lo que más me conmueve”. Juan añade: “Ahora se crean muchas obras en las que los actores aguantan hasta que sus amigos se agotan y te das cuenta de que esta obra está aguantando por el público, porque esta función no la llenas con tus amigos”.
Estamos charlando con los actores y el director en el escenario marcado en el suelo con cinta blanca, que separa sus posiciones durante la función. Hay un equipo lleno de confianza y de cariño. Se sienten cómodos al explicar sus personajes y sus vivencias. Y nosotras también ya que estamos todos sentados sobre la misma cama en la que Pilar tiene tantas dudas, en la silla en la que Carmen le recuerda que todo irá bien y en los asientos del público que conecta inmediatamente con estos cuatro personajes aunque la voz de Carrasco al micrófono deje bien claro, desde el primer momento, que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, utilizando su voz en off convertida en otro integrante pensado exclusivamente para este espacio.
Cada uno es de un lugar de España y aprovechamos para preguntarles si hay mucha diferencia de escenarios y si hay que venir a Madrid para tener éxito.
Pilar: Tuve muy claro desde siempre que si quería hacer una carrera como actriz tenía que venir a Madrid. Se están moviendo muchas cosas en Zaragoza y Aragón, incluso se va hacer una escuela regulada de teatro, que ya hacía falta, pero yo me he tenido que venir; no vi otra opción.
Carrasco: Yo me crié en Murcia y allí se hace mucho teatro; hay muchas compañías y redes de teatro y te puedes ganar la vida allí. Pero el nivel de proyección es diferente aquí en Madrid, como capital de España. Depende de la ambición que tengas, de lo que entiendas por éxito. Lo importante es ir donde estés feliz. Yo me quise venir para estudiar cine.
Juan: A nivel de proyección, donde más locales de comedia hay es en Murcia, incluso hay un circuito de cómicos que viven de la profesión sin salir de allí y eso de pocas comunidades autónomas se puede decir.
Laura: Yo soy de Barcelona pero allí no empecé a estudiar interpretación; hacía danza y el teatro lo vivía como espectadora. Cuando quise dar el paso fue más por curiosidad por Madrid que elegir Madrid; me apetecía buscarme la vida aquí. Hace mucho tiempo que me gustaría ir a mi tierra a trabajar en catalán, con gente de allí, lo que pasa es que ahora estoy viviendo un momento tan bonito aquí que no me voy a ir.
Ignacio: en mi caso, me vine a Madrid y a los nueve años, me volví a Málaga, en donde estuve dos años, y fue un cambio brutal. Ahora Málaga es una capital cultural y en esos dos años, solapé trabajos, no tuve problemas. En cambio, cuando llegué a Madrid, trabajé de camarero. Pero claro, depende de a qué aspires o qué esperes de todo esto.
Juan: Yo soy de Moratalaz y dije “¡o cruzo la M30 o me quedo a las puertas!
José Manuel Carrasco ha sido el primero en lanzarse a contestar cada pregunta. Está decidido a defender su idea del teatro como forma terapéutica. Y lo consigue. Lo está consiguiendo. Cuando hemos abandonado el teatro, nos lo hemos imaginado siempre activo y todos sus trabajos como director y actor seguro que no desencaminan nuestros pensamientos. Y por eso llega la pregunta de si cuesta decir “todo irá bien” en la profesión que todos ellos han elegido:
Juan: Cada día una vez, mínimo. Incluso cuando todo va bien, cuesta porque te preguntas cuánto durará. La incertidumbre que te da la profesión te proporciona una manera de trivializar las cosas que te van pasando; las que son importantes y las que no.
Laura: Es casi como un deseo de confiar.
Alguna anécdota que nos podáis contar de la obra de teatro.
Laura: Siempre hay alguien que comenta y esa licencia es bonita porque se nota que está a gusto. Vino una vez un instituto y fue de las funciones más bonitas porque fue muy especial. Comprobamos que toda la parte que los personajes tienen de adolescentes, se vivió más que nunca, se palpó aquí porque se reconocían. Me emocionaron mucho sus caras.
Juan: Hubo una vez que a Pilar… (comienzan las risas entre ellos) se le quedó enganchada la sábana y esa sensación de humillación, como de novia con la manta…
Pilar: …Yo no me di cuenta; fue en el momento en el que mi personaje tiene que salir y de repente, me di la vuelta, me encontré con toda la colcha y tuve que recogerla con dignidad.
¿Utilizáis mucho las redes sociales para promocionaros? ¿Creéis que son una herramienta importante a través de la que daros a conocer?
Ignacio: Sí, sobre todo cuando estás en sitios donde no te hacen publicidad y no hay dinero para ello. Por lo tanto, tú tienes que gestionarlo y pedir ayuda y que te retwitteen.
Laura: De alguna manera haces la publicidad que tú quieres. Hemos empezado por Twitter y mucha gente se ha enterado por esa vía, ha sido lo más rápido.
Cuando deje de llover (Julián Fuentes Reta) es la obra que más han ido a ver recientemente. Se pasean por el Museo Thyssen-Bornemisza, por el Museo Sorolla y por el Museo del Prado, del que Carrasco habla así; “Voy todos los meses. Me gusta mucho Goya y Velázquez y me sigue impresionando mucho Las Meninas” a lo que Juan añade que siempre le llama la atención la cola que hay delante de ese cuadro “y no en los demás, que son también muy buenos”.
Ha sido una mañana acogedora; nos han recibido con cariño, con preguntas y con muchas respuestas. Mientras fuera ha pasado medio día lloviendo, dentro del Teatro Lara ha habido muchas risas, complicidad y todo han sido facilidades para que Duas haya visto el escondite de la puesta en escena, el proceso por el que Pilar, Juan, Laura e Ignacio se han convertido en Pilar, Miguel, Carmen y Luis, y por segunda vez, nos hemos sentado en primera fila para volver a afirmar y a sentir que todo irá bien.
Fotografías de la entrevista: Beatriz Ramos Fernández
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«Todo irá bien » es una frase esperanzadora. Si una obra tiene algo de casero y de realidad, y pone su mirada en el futuro. Todo irá bien. .Buen teatro.
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