Caminante no hay camino
se hace camino al andar.
Machado.
La última película del director Richard Linklater es una obra que habla de tres temas tremendamente reconocidos por todos, como son el tiempo, la vida y la familia. Esta trilogía la intenta manejar y anexionar en un rodaje que se expandió durante doce años, en los que se utilizaba una única semana al año, desde el año 2001 al 2013, para llevar a cabo el trabajo. A pesar de la dificultad de este proceso, puede decirse que ha merecido la pena extrapolando el resultado obtenido, ya que la realidad a la que nos transporta hace que Boyhood sea una película de referencia dado el atrevimiento y la seguridad demostrada por su director.
Esta primera particularidad hace que Boyhood ya parezca extraordinaria porque no sólo sus horas de duración han jugado con el tiempo sino que el director ha sido consciente de la complejidad de este proceso entrelazándolo con los personajes, haciendo que ellos mismos fuesen construyendo el relato a partir del cual poder exhibir estos pequeños y grandes momentos de una vida. No es que todo se dejara al azar, a la búsqueda de momentos inconfundibles, sino que la base de la historia no ha sido otra que el transcurrir de unas vidas que nos son presentadas en un espacio y tiempo concretos pero que sabemos hubo algo antes y habrá algo después, pues ni siquiera una película con las magnánimas intenciones de Boyhood ha podido mostrar la grandeza de sus temas, sino que ha utilizada leves pinceladas sobre las que ir componiendo un lienzo sin “pentimentos” y que no tiene fin; es un devenir constante de lo vivido y de lo que (nos) queda por vivir.
Como ya hiciera en la trilogía denominada “Before” (Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes del anochecer), elabora una aventura silenciosa sobre la que reflexionar junto a los personajes de los que parece enseñarnos sus momentos claves, sintomáticos, pero que en realidad son escenas cotidianas que reconstruyen el paso del tiempo y que hasta pueden llegar a ser reconocibles en muchos casos. Si con esa curiosa pareja que se encuentra en un tren se centra y reflexiona sobre el amor, en cuanto a relaciones personales de pareja, en Boyhood nos lleva al replanteamiento de la relación con el mundo que nos rodea, con el exterior, desde un personaje al que vemos crecer, física e intelectualmente, delante de la pantalla.
Boyhood gira en torno a la vida de Mason, un niño al que conocemos a través de un retrato generacional, ya que la película nos muestra pequeños detalles con los que asociar el paso de los años, como una consola de videojuegos que el público puede ubicar en otra década diferente a la actual. Pero a la vez, resulta ser un retrato único de ese niño ya que asistimos a su crecimiento real; el espectador es testigo de un cambio que se ha producido en la realidad del actor y que se proyecta en la visión de su adolescencia y hasta su primera juventud al llegar a la universidad.
A pesar de esta centralidad en Mason, desde la que dibujar todo lo demás, él no aparece representado como héroe; no hay una causa y una consecuencia a partir de las que encuadrar o responder a su presencia. Simplemente es un personaje que está ahí, es nuestra constante en el tiempo fijado y mostrado, para que quizás el espectador pueda identificarse a veces con él, catalogando sus propios momentos con los de Mason, en una experiencia de reconocimiento personal. Cualquier espectador puede hacer un pequeño esfuerzo y verse reflejado, recordar su niñez, su adolescencia y su entera juventud si quisiera dado el juego de espejos que refleja Linklater.
Desde luego el tema del tiempo no es gratuito. Está presente de una manera muy consciente en la narración y aunque parezca que siempre es lo mismo y nunca pasa nada, al ser Mason un personaje plano, nos puede indicar su equiparación con la realidad del espectador, hasta qué punto nos podemos preguntar si estamos cambiando o no. Sólo nos damos cuenta de lo que cambia a nuestro alrededor cuando nos preguntamos sobre ello, igual que empieza a hacer Mason en la última escena de Boyhood, ante el abismo de la nueva etapa en su vida a la que tiene que enfrentarse.
La familia también es algo constante. El mismo director tiene una relación personal con la película, ya que es su propia hija la que interpreta a la hermana de Mason. Boyhood parece presentarnos una familia tradicional; padre, madre y dos hijos (niño y niña) pero la sintonía del cuarteto queda rota cuando sabemos que el padre no está en casa, que resulta ser una figura ausente y disponible sólo en determinados momentos en la vida de sus hijos. Ofrece un comportamiento alejado, desconsiderado, descuidado a veces, que será el punto de partida para que la madre de los niños siga buscando una figura de autoridad y que varias veces cree haber encontrado pero finalmente no resulta como ella espera y como cree que sus hijos se merecen. Encerrada en su papel de madre y padre a la vez, vive en una constante búsqueda de la seguridad para sus hijos pero a la vez de una calmada y aparente estabilidad que desea conseguir y esto se ve en sus esfuerzos constantes, como ir a la universidad para estudiar una carrera y conseguir un mejor trabajo (y dar ejemplo a sus hijos, ¿por qué no?).
Ver la vida pasar puede ser una opción interesante en la que tomar partido pero Boyhood intenta ir más allá con una segunda lectura, que acompaña con el cambio obtenido en el personaje de Mason, en su capacidad de razonamiento y responsabilidad y sobre todo, en el tipo de relaciones, familia, amigos y chicas, que mantiene en la película. A sabiendas de que no es un personaje complejo, de que no tiene una personalidad impactante o una faceta más remarcable que otra, le hace tener un valor en sí mismo más que destacado para aprender de él. Mason puede ser un chico normal en lugares comunes, puede ser un fotógrafo extraordinario, un universitario de sobresalientes o un hermano perfecto pero sobre todo es una figura perdida en una colectividad contemporánea que nos hace replantearnos de nuevo preguntas clásicas como de dónde venimos y a dónde vamos y sobre todo, cuál es el sentido de nuestras vidas si pareciera que nada nunca pasa.
Que buen trabajo BOOYHOOF
Me gustaMe gusta
Me encantó el comentario de BOYHOOD, no lo vivi como un juego, sentí ,la vida el tiempo y la familia , como si fuera protagonista de ese relato, es la contingencia de todos y de cada uno de nosotros, si la vida es juego la jugamos.
Me gustaMe gusta