En la quietud del espacio vacío, el cuerpo de Sergei Polunin comienza a balancearse, cobrando vida con cada latido como si despertara del letargo. En esta danza, el bailarín interpreta visualmente el tema Take Me To Church del irlandés Hozier, convertido en estandarte simbólico de la lucha contra la homofobia. Curiosamente, la misma repercusión y fama que tuviera esta canción hace unos años, está alcanzando estos días el baile de Polunin que, en apenas una semana, ha superado los 5 millones de reproducciones. No es de extrañar, pues en el vídeo se juntan el talento del ucraniano con una potente coreografía firmada por Jade Hale-Christofi, y una puesta en escena exquisita dirigida por el conocido fotógrafo David LaChapelle.
Música, danza y la particular visión de LaChapelle, que selecciona inteligentemente encuadres y puntos de vista privilegiados para no perder detalle de ningún movimiento. En esta performance la luz configura una atmósfera de paz y sosiego, rota por la penetrante interpretación de Polunin, cuyos movimientos revuelven el espacio. Una luz que, en ocasiones, cobra protagonismo absoluto convirtiéndose en un torrente lumínico que se entrelaza con el cuerpo del bailarín.
Como si la música penetrara en su piel, traduciendo la pasión en tensión muscular, Polunin encarna una simbólica lucha interior. Un lucha que evoca la propia trayectoria del bailarín, que se liberó hace unos años de las directrices del rígido British Royal Ballet que limitaban su talento. Tras bailar también en las compañías rusas de Stanislavsky y Novosibirsk, su intención es abandonar el ballet y empezar una carrera en Hollywood, para dar rienda suelta a su creatividad. Esta liberación es tangible en el vídeo, en el que vemos su cuerpo tatuado semidesnudo, libre del maquillaje que suele ocultarlo en interpretaciones más formales.
Un baile potente, orgánico, en el que la exquisita técnica aporta precisión y delicadeza a sus movimientos, sin que ello implique una contención en éstos; todo lo contrario, los movimientos rigurosos se combinan con otros arrebatadores, sobrecogedores, intensos. Este dualismo representa la lucha interna que experimenta, aportándole una estimulante emoción, y mostrando la vívida presencia de la danza. Danzando frenéticamente con sus demonios interiores, recuerda al mítico baile cósmico del dios hindú Shiva, en el que liberaba al mundo con su danza agitada y destructiva.
Sergei Polunin. sumamente plástico, nos deja sin palabras con su danza.
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