Ben Affleck ha cambiado. Hemos tenido meses para observar por fotos expuestas por Internet que cada día ganaba más masa muscular para intentar parecerse a mi héroe favorito, Batman. Y digo que lo intenta porque Ben Affleck me parece muchísimo mejor director que actor. En cambio, me pasa totalmente lo contrario con su hermano Casey Affleck. Pero como no estamos aquí para hacer un concurso fraternal, comencemos.
Gilliam Flynn escribió en 2012 una novela cuyo título es Gone Girl y poco tiempo después, David Fincher (director de títulos resonantes como Alien 3, El club de la lucha, La habitación del pánico, El curioso caso de Benjamin Button, La red social…) se fijó en ella y realizó la película bajo el mismo nombre, Perdida traducido al español. Y por si Ben Affleck no tuviera bastante con prepararse física, y seguramente mentalmente también, para interpretar al próximo Batman que veremos en la gran pantalla, fue elegido para protagonizar la mitad de la pareja principal, junto a Rosamund Pike.
La película comienza como cualquier otra en la que se produce una desaparición, con indicios de violencia y secuestro. Pero la acción no para y al espectador no le da tiempo a juzgar al primer sospechoso ya que conocemos todos los puntos de vista de la historia, sabemos mucho más que los personajes protagonistas y, aunque aparentemente las cartas estén puestas ya sobre la mesa, Fincher saber dar otra vuelta a la historia con personajes que se van introduciendo poco a poco en la historia y que aniquilan cualquier esperanza que se tenga de que habrá un final feliz.
Por lo tanto, tenemos un matrimonio en su quinto aniversario de boda que queda roto cuando ella es dada por desaparecida y su marido es el principal sospechoso. La verdadera astucia de este trabajo es cómo estos hechos son dejados a un lado para leer entre líneas la carga de crítica social y hacia los medios de comunicación que tiene, principalmente hacia la televisión y la prensa. Los medios audiovisuales son los encargados casi siempre de invitarnos a juzgar a personas que no conocemos y toda la red que se forma en torno a ellos no hace más que dar coletazos para mantener el tema social de moda. Y el protagonista de Perdida choca tan de frente con ellos y con la realidad que muestran al público general que tiene que apañárselas para intentar quitarse la culpabilidad a todos los niveles.
Perdida no resulta ser la prototípica historia en la que policía encuentra al secuestrador en el último momento y segundo de vida de la secuestrada. Ni siquiera esperéis persecuciones en coche ni arrestos a gran escala. Hay pistas y pruebas; hay policías con café en mano; hay un marido incauto y sobre todo hay una compleja acción que acompaña a la trama principal que no os dejará indiferentes y necesitaréis seguir con cautela.
Amanda H C