Si hay algo que caracteriza la arquitectura de esta artista de origen iraquí, es que no tiene límites. Con una geometría que a veces desafía la realidad, sus edificios respiran de las obras de arquitectos como Mies Van der Rohe, Le Corbusier o Erich Mendelsohn y se mueven entre un estilo neo-modernista y del deconstructivismo ruso, a pesar de que ella nunca se ha identificado con ninguna corriente arquitectónica.
Ella misma afirma que “Si hay 360 grados, no hay razón para restringirme a uno solo”, lo cual define sus construcciones a la perfección, edificios audaces erigidos en muchos países del mundo y que en incontables ocasiones se han convertido en uno de los puntos más emblemáticos de la ciudad.
La llamada “arquitecta del papel” debido a la gran cantidad de proyectos que finalmente no vieron la luz y a su predilección por el uso del papel en lugar del ordenador para ejecutar sus diseños, ha hecho de la arquitectura un estilo de vida. Una mujer que en un mundo de hombres, siempre ha destacado por la calidad de su trabajo y su esfuerzo dentro de la profesión.
Son muchos los edificios que bajo su mano, se han convertido en grandes hitos de la arquitectura contemporánea. Merece la pena destacar el Maxxi: Museo de las artes del siglo XXI, en Roma o la Ópera de Guangzhou, en China cuya estructura se basa fundamentalmente en la utilización del granito y el acero revestido de vidrio, otorgando al edificio un aspecto dramático y a la vez repleto de sutileza y elegancia, que no sólo lo convierten en un referente arquitectónico si no que también ha servido de inspiración a otras modalidades artísticas, como puede ser la línea de otoño lanzada por la diseñadora de moda Vivienne Tam’10.
Los exteriores e interiores de sus edificios se basan en un juego de líneas delicadas que sirven para dotar a sus construcciones de un movimiento elegante y a la vez audaz, un buen ejemplo de ello lo encontramos en el Centro Cultural de Azerbaiyán, construcción que emula un pañuelo y cuyo movimiento y líneas fundamentales representan la caída de una tela delicada como es la seda. El edificio no consta de ni una sola línea recta y fue nominado a numerosos premios.
Zaha Hadid es, por tanto, la encarnación del amor por una profesión, y como un demiurgo da forma matérica a aquello que emerge en su mente, para así ofrecer auténticas maravillas que embellecen nuestras ciudades.