Yo venía de vacaciones muy dispuesta (quizás demasiado) a pasarme por el cine a últimos de agosto y ver El niño, la nueva película del director Daniel Monzón (Celda 211). Pero para mi sorpresa, se me han ido quitando las ganas ante toda la publicidad exacerbada y monumental que se está dando a esta película de Telecinco. Después de leer frases tan lapidarias e hipócritas como que el protagonista es la “nueva promesa/galán del cine español” y sólo porque está más buenorro que ese chico platónico con el que alguna vez todos y todas hemos soñado, o presentar la película como “el taquillazo del año” días antes de su estreno, me parece tan patético como no dar ni la mitad de la mitad de publicidad a otras producciones españolas que, sin decir que sean peores o mejores, también se lo merecen. Pero no se queda ahí la cosa, sino que quisiera añadir dos datos más para finalizar esta introducción; el primero es que el pasado jueves día 28 de agosto tuvo lugar en Madrid el preestreno de dicha producción y el “jovenazo” de la cinta llegó literalmente volando ya que le trasladaron en helicóptero (Telecinco, ¡qué gran trabajo has hecho!) al cine donde tuvo lugar el evento nocturno y el segundo es que Jesús Castro, “el niño”, parece tener una cuenta en twiter en la que va contando toda esta primeriza experiencia (recordemos que él no es actor). Y digo parece porque se ha descubierto que no narra sus vivencias en primera persona, sino que se encarga de ello su community manager, todo ello presentándose en su perfil con la frase estrella: Cuenta oficial de Jesús Castro. No dejes que nadie escriba tu propia historia. Iré a ver la película, desde luego, pero conmigo han empezado mal.
Así que, decepcionada por los hombres este mes en el cine, paso al sexo opuesto porque os vengo a contar lo que tienen en común dos película tan distintas como son Viaggio sola (Viajo sola, Maria Sole Tognazzi, 2013) y Lucy (Luc Besson, 2014).
Fotograma de la película Viajo sola
Fotograma de la película Lucy
La primera es una propuesta verdaderamente valiente por parte de la directora, quien decide poner un final a su película totalmente atrevido para los tiempos que corren en la que chico conoce a chica y siempre terminan juntos y muy felices. Viajo sola deja los estereotipos a un lado para presentarnos a una mujer con un trabajo estable, de lujo, que viaja sin parar, va al cine sola, cuida su alimentación y a sus familiares más cercanos y no se siente culpable por no tener ni pareja ni hijos. Sus reflexiones acompañan al espectador para hacernos comprender que viajando sola en la vida también se puede ser feliz. Porque sólo hay que querer serlo. Con una banda sonora imperdible que os resonará en los oídos durante días y os pondrá de muy buen humor.
Fotograma de la película Viajo sola
Decir Lucy, por otro lado, son palabras algo mayores porque la independencia de la mujer aquí se queda corto como tema base. Lucy viaja en un mundo de ciencia ficción en el que se nos muestran algunas posibilidades de lo que podría ocurrir si utilizásemos nuestro cerebro al 100%; mover objetos y personas, saberlo todo sobre absolutamente todo y controlar el espacio y el tiempo a un nivel en el que consigue viajar en el tiempo y reencontrase con la primera Lucy de la historia de los humanos, un homínido de hace casi cuatro millones de años. Como colofón final por si no tienes bastante, sutilmente Lucy queda comparada con Dios (en una escena famosísima en la historia del arte en la que dos manos, la de Dios y la del Hombre se van a tocar en la Capilla Sixtina). Y este es el atrevimiento de esta película un tanto fantástica; que una mujer sea Dios. Y es más, que ese Dios sea una creación absoluta del hombre, hecho a su imagen y semejanza y no al revés. Ojo al dato porque ésta es la magia de la película, de la que puedes salir atontado y sintiéndote estafado si no sabes leer entre líneas. Aquí acaba la teoría porque la práctica entra en combustión con la mafia china y un Morgan Freeman como siempre aparente y al que se agradece mucho tener en pantalla.
Fotograma de la película Lucy
En resumen, dos películas que dan mucho qué pensar y que giran en torno a dos mujeres rubias que quieren comerse el mundo y que, aunque una es más real y podemos ser ella en un futuro, dan una oportunidad de ver algo diferente entre toda esta barbarie cinematográfica llena de musculitos tensos, parejas bochornosas y aventuras fantásticas de las que se llenan las carteleras veraniegas.
Por cierto, las dos películas aún en cartelera. El niño también (y lo que le queda).