Parte del mes de noviembre se ha convertido en un grito de supervivencia en el Teatro Quique San Francisco. La llegada a su espacio de Puños de harina ha supuesto un desafío a dos voces en el que la ficción y la realidad nos invitan a poner el foco de atención desde el pasado a muchos de los problemas que nos siguen invadiendo en el presente.
Por un lado, Johann Trollmann Rukeli, el boxeador alemán y gitano que sufrió de primera mano tanto el éxito de su profesión como el abuso de la política racista nazi que acabó con su vida en un campo de concentración. En paralelo, conocemos de cerca la identidad de Saúl, otro joven gitano y homosexual, y la de sus problemas en la España rural de los años 80 por ser tachado de diferente desde el nido de su propia familia.
Del 9 al 21 de noviembre, Jesús Torres ha dado vida en escena a dos hombres que demuestran que la vida de muchos aún sigue dependiendo de los dictámenes de otros. En un monólogo escrito, actuado y dirigido por él mismo, su interpretación golpea en soledad y abraza unitariamente a cada espectadora y espectador para hacernos partícipes de aquellas voces tumbadas, a muchos niveles, y de las narraciones en primera persona convertidas en testimonios cercanos y luchadores. En 10 asaltos, este actor es capaz de crear un impacto emocional y urgente, elaborando una función en la que prácticamente vemos cómo se deja la piel y el alma y nos regala una interpretación inolvidable.
Las voces en off de Eva Rodríguez, Antonio M.M. y David Sánchez Calvo acompañan y guían estas historias cruzadas en el cuerpo de Torres. Además, un trabajo sublime a nivel técnico y escenográfico envuelve a estos protagonistas y despliega el potente mensaje hasta el patio de butacas. No sería nada justo no destacar la labor de Jesús Díaz Cortés en iluminación, Alberto Granados en espacio sonoro y música, Mario Pinilla en escenografía y vestuario y, sobre todo, la de Elvira Zurita y Nuria Henríquez, en videoescena y técnica, respectivamente. Se nota mucho que el valor de esta pieza se ha formado entre un equipo que ha atendido hasta el mínimo detalle para crear un paisaje que duele y amenaza con esperanza también gracias al trabajo de Mercé Grané en coreografía, Diana Caro en entrenamiento personal y Nelson Dotel, entrenador de boxeo.
El racismo, la homofobia, la violencia y la masculinidad son los temas principales sobre los que se reflexiona en esta obra. Pero no son los únicos. A medida que avanza la historia también lo hacen los temas sociales, históricos y personales con enorme profundidad y minuciosidad, haciendo que la emoción asome casi a cada minuto.
Rukeli, Saúl y, por desgracia, demasiados hombres luchando contra sí mismos y contra el resto del mundo se dan cita en una pieza que llama la atención sobre la razón y los sentimientos de demasiadas personas que aún necesitan seguir combatiendo por innumerables motivos. Aún a día de hoy, se sigue insistiendo en aquello de ser un hombre de verdad mirando hacia un pasado lleno de violencia, terror y discriminación sin darse cuenta de que la respuesta está en la imaginación y puesta en realidad de un futuro diverso, abierto e inclusivo a cualquier tipo de orientación, raza o cultura y sin que destaquen para mal las diferencias. Por ello, Puños de harina merece ser vista, escuchada y sentida pero, sobre todo, compartida, ya que es una excelente muestra del poder del teatro en estos tiempos que nos revuelven y nos incitan a alzar la voz por muchos que no pueden hacerlo o tienen miedo.
Puños de harina es una producción de la compañía andaluza El Aedo que ha recibido 4 candidaturas a los Premios Max y ha conseguido el Premio Teatro 2019 Autor Exprés por la Fundación SGAE y el Premio Nazario 2020 a Mejor Espectáculo Festival Cultura con Orgullo de Sevilla.
Siguiendo la estructura de un combate de boxeo, el monólogo enfrenta en diez asaltos dos historias de forma paralela. Por un lado, descubriremos la historia real de Rukeli, el boxeador alemán y gitano que desafió al mismísimo Hitler en la época de la Alemania nazi. El capítulo más oscuro de la historia de Europa contada desde los ojos de un joven que sólo quiso lo que tantos otros, sobrevivir. Por otro lado, conoceremos a Saúl, un gitano homosexual que, en la España rural de los 80, busca su identidad e intenta sobrevivir en el seno de una familia tradicional.
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