El estreno oficial en Madrid de ‘La gran ofensa’ acontecía en el Teatro Lara el pasado día 15 de enero. Después de cuatro pases de presentación en la capital, concretamente en el Teatro del Barrio el pasado mes de septiembre, la sala Cándido Lara acoge ahora esta comedia, coproducción de El Terrat y La Bendita Compañía, en la que se expone y contextualiza un debate acerca de los límites del humor a partir del chiste de dos jóvenes cómicos.
Sergio y Bernat son el punto de partida de este montaje. Cuando uno de sus monólogos salta, por fin, a la fama lo hace acompañado de una denuncia de alguien que se ha sentido ofendido y no ha encontrado broma ninguna en aquellas palabras televisadas. El cóctel molotov, presidido por una foto que no puede pasar desapercibida de Louis C.K. en lo alto de la escena, es fiel espejo de la realidad en la que vivimos, expuestos y expuestas tanto al piropo como a la crítica.
Dani Amor, Artur Busquets, Betsy Túrnez y Cristian Valencia son los portadores de la polémica. Ya lo advierten en el programa de mano; Esta obra incluye material sensible que algunos espectadores pueden encontrar ofensivo o molesto. Y no van de farol. Varias ideologías, valores y posiciones son transformadas en relato teatral para bromear, sin censuras, y debatir, de forma explícita, sobre las fronteras pero también, y puede que más importante aún, sobre las consecuencias de ciertos chistes que podrían suscitar la desaprobación o la pena de cárcel.
La dirección de Oriol Pérez y Serapi Soler sabe confrontar y alarmar, hasta hacer al público pelotear de un extremo a otro sobre el humor como forma de cuestionarse temas difíciles pero también como síntoma de querer hablar sin rodeos sobre lo que nos duele, como defensa personal hacia lo que nos ocurre y, quizás, como escudo sobre algo de lo que no se quiera hablar. Otros elementos que se entremezclan en esta propuesta son los medios de comunicación, las redes sociales, la subjetividad, los autolímites y, sobre todo, el poder de las palabras desde determinadas posiciones que desembocan en el espacio de opinión pública número uno; Twitter.
La coral dramaturgia de Dani Amor, Oriol Pérez, Serapi Soler y Cristian Valencia juega un buen papel a la hora de ir definiendo el laberinto equivalente a un debate público e individual sobre cuál es el límite del humor, si es que hubiera de haberlo. Pero además, el juego da para más con preguntas como: ¿desde dónde crear y exponer ese humor que ofende?, ¿qué responsabilidad tiene la persona que lo recita?, ¿el chiste sirve para reírnos de nosotros mismos o de los demás?, ¿es la única supervivencia que nos queda?, ¿se debe aceptar la corrección política? y, sobre todo, ¿acaso todo vale?
Las respuestas las tiene el público con un veredicto social que se hace en directo. ¡No dudéis en ir pues, después de ofenderte, te dejan votar! El problema que notamos es que La gran ofensa, que conquista indudablemente por las risas que provoca y por el espíritu cañero que transmite, únicamente se sitúa en una perspectiva centrada en un único chiste. Lo que no sabemos es qué pasaría si el tema hubiera sido otro (ni más ni menos grave, simplemente otro, relacionado con la actualidad que vivimos). A saber, ¡hay tanto sobre lo que bromear!
Sergio y Bernat son dos cómicos que están empezando a despuntar en el dificilísimo mundo de la comedia. Pero cuando todo parecía que iba sobre ruedas son demandados por uno de sus chistes por Mateu. Con la ayuda de María Pilar, una abogada de dudosa reputación, Sergio y Bernat intentarán no acabar en la cárcel y que la opinión pública no acabe con ellos. La gran ofensa interpela al espectador preguntándole si existen los límites del humor. ¿Hay que procesar a alguien por contar un chiste?, ¿Debemos censurar la comedia?, ¿Se puede hacer humor de cualquier tema?
Más teatro