Esta noche en El Pavón Teatro Kamikaze, la democracia ha mostrado una de sus caras más cotidiana y más abiertamente irreductible. Los invitados al ensayo general de la obra Un enemigo del pueblo (Ágora) hemos experimentado en nuestras propias carnes las consecuencias de ejercer uno de los derechos que más luchas ha tenido durante toda la historia de la humanidad y que más quebraderos de cabeza sigue dando hasta la fecha. El ágora presidida por Aitor Tejada, Israel Elejalde, Miguel del Arco y Jordi Buxó ha acogido una de las representaciones más históricas a las que quizás se enfrente su espacio.
Al entrar, el público recibía dos tarjetas para votar; SÍ y NO. A continuación, tan sólo 3 preguntas han servido para desalojar el teatro con menos de media hora de función. La primera pregunta se dejaba sentir como social; ¿Creéis en la democracia? La segunda pregunta ya se lamía las heridas. Explicada en el contexto de que algunos miembros dirigentes de El Pavón Teatro Kamikaze tienen ideas muy calladas y contradictorias sobre las instituciones públicas que les dan ayudas, rezaba así; ¿Deberían estos expresar su opinión públicamente? La tercera detonaba el espacio de la plaza vip creada para la ocasión: ¿Deberíamos parar la función aquí como protesta pública? El dinero de las entradas no será devuelto (hoy no era el caso, no habíamos puesto ni los 3 euros mínimos que pide este teatro para entrar en días oficiales de representación), no os invitaremos más, saldréis sin haber terminado de ver Un enemigo del pueblo (Ágora) y se mandará un comunicado de prensa para que se sepa lo que ha pasado. Las 3 respuestas han cobijado un SÍ mayoritario.
Las preguntas no aguantan más y nos atacan. La versión libre que tiene en escena Àlex Rigola, a partir del clásico de Henrik Ibsen, nos ha trasladado el poder. Nao Albet, Israel Elejalde, Irene Escolar y Óscar de la Fuente se han detenido sobre el escenario. La fuerza social ha hecho efecto pero ¿con qué consecuencias?, ¿con las esperadas?, ¿seguimos alimentando la continua protesta que arrastra este teatro ante las pocas ayudas que recibe y la cantidad desbordada de dinero que necesita para seguir acogiéndonos?, ¿ayudará nuestra mayoritaria decisión a seguir debatiendo?, ¿estamos cambiando nuestro papel como espectador pasivo?, ¿es una trampa?, ¿queremos que lo sea?, ¿esto es democracia?, ¿estará sobornado por el dinero pagado el ejercicio democrático al que os invita esta obra?, ¿habrá libertad en el pueblo que acuda a sentarse en las butacas desde su estreno absoluto el próximo 5 de septiembre al 7 de octubre?, ¿la habrá en las funciones previas (¿y de prueba?) que comienzan el 29 de agosto?, ¿existen los enemigos?
Tímidos y rápidos aplausos que se apagan enseguida. Las puertas abiertas nos invitan a salir. Y lo hacemos. Pero unos entran a los pocos minutos e incitan a un levantamiento popular para continuar la representación. Elejalde les intenta consolar, sin conseguirlo. La presencia de Rigola cambia el ambiente: «no habéis visto la obra pero la habéis experimentado«. Ya no se puede hacer nada. La democracia ha vuelto a ganar.
Más teatro