En el transcurso de nuestra Historia, muchos son los capítulos que quedan por revelarse para seguir entendiendo el curso de los acontecimientos. El cine es un fiel recogedor de muchos de los periodos más caóticos, bélicos e importantes de varios siglos. Este el caso de Guardián y verdugo, con guión de Brian Cox y dirección de Oliver Schmitz. Basada en la novela homónima inspirada en hechos reales de Chris Marnewick, abogado defensor de condenados a muerte en Sudáfrica, la película está protagonizada por Steve Coogan, Andrea Riseborough y Garion Dowds.
Estamos en 1987. Un chico de 19 años es el protagonista de esta historia, cuyo juicio desencadenó la desaparición de las ejecuciones legales en Sudáfrica. Su abogado defensor John Weber se enfrenta a la fiscal del Estado Kathleen Marais. El planteamiento es adecuado pues sabemos que este chico se ha negado a ir a Angola a luchar en el frente para no tener que matar aunque, por circunstancias que iremos descubriendo poco a poco, acaba haciéndolo. El dilema moral iniciado continúa hasta la saciedad, mostrando el horror interno y externo de cada persona en una cárcel. La pena de muerte es cuestionada a partir de que el récord de ejecutados no para de ascender y con ello, las consecuencias psicológicas y mentales de los implicados.
Siendo una película de casi dos horas de duración y teniendo como único punto de vista el juicio celebrado, más algún flashback del condenado, lo que podía haber sido una intensa batalla judicial se queda en un intento algo aburrido de indagar en el dolor y el sufrimiento de los encarcelados pero, principalmente, en el del defendido Leon, un joven guardia de la prisión de máxima seguridad de Pretoria, traumatizado por todas las ejecuciones que ha presenciado y que ha matado a siete hombres negros.
Guardián y verdugo fue presentada en la sección Panorama del Festival de Berlín, donde se hizo con el Premio del Público. Ahora se estrena en nuestras pantallas el viernes 12 de mayo con la distribución de Filmax.
En 1987, 164 personas fueron ejecutadas en el corredor de la muerte de Pretoria, Sudáfrica. Basada en hechos reales, esta es la historia que puso la pena de muerte en duda y cambió la historia.
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