El pasado 7 de febrero se estrenaba en el Teatro Lara la obra Sed. La sala Lola Membrives se llenaba de fragilidad emocional pero de una firme convicción de que estábamos ante un texto necesario y nada apócrifo por mostrar una dura realidad social. Como un juego de niños en el que todo encaja y desde el que se ha tendido un puente hacia los pensamientos y las acciones adultas, así es este montaje que llega con Doble Sentido Producciones y Mara Bonilla Distribución. La cotidianeidad de una pareja se rompe de repente para que una lluvia de preguntas resuene en su relación pero también en el público que, inmediatamente, se convierte casi en juez enmascarado de una sociedad hipocondríaca de crítica moral.
Sed es una obra difícil. Pero no lo es tanto por el tema central que alcanza sino por la forma que tiene de acercarse a ello. Un magnífico diálogo construido a partir de un pequeño conflicto interno y casero desata el desequilibrio, los miedos y la necesidad de hablar desde un lugar ya conocido para él y al que ella se va asomando poco a poco. Mariano Rochman y Sauce Ena van mostrando sus caras, pero para el público ya es demasiado tarde, incluso antes de que pronuncien ciertas palabras casi prohibidas. Estos dos actores consiguen que con tan sólo unas cuantas pistas y actitudes muy concienzudamente formuladas, los espectadores se asomen a un abismo en el que ya estamos juzgando e imaginando lo peor.
Alejandro Butrón Ibáñez, quien parece sentirse a gusto y confiado escribiendo sobre las relaciones de pareja y sus deseos más oscuros, ha elaborado un texto que cuenta con la precisión de ir destripando lentamente un universo que pasa por ser individual a convertirse en colectivo y con el que nos salimos de la sala habiendo sido cómplices incautos. La dirección de César Barló no se queda atrás, valorando el espacio de recreo como un campo de batallas sobre el que las piezas cada vez son más complicadas de mover.
Para colmo, la acción se dispara aún más cuando, conociendo el problema de él y de su atracción hacia los menores, recordamos su profesión; psicólogo, atrapado en su propio poder de curación y autodestrucción a la misma vez. Un monstruo, un degenerado… dos palabras que, admitámoslo, cruzan por nuestras mentes tan directas como este mismo protagonista se las azota rudamente. Su confusión es grande, el acierto en el tratamiento de la obra también. A pesar de que no, no hemos sido educados para saber qué paso seguir, el teatro tiene la indecente intención de obligarnos a enfrentarnos a ello, queramos o no, que es precisamente el juego que intenta seguir ella para que su pesadilla no pierda (aún) más el control.
Por último, el espacio creado por Juan Sebastián Domínguez merece una mención aparte, pues su conjugación de escenografía unida a la fronteriza situación entre el pensamiento y la acción consiguen un conflicto aún mayor, preguntándonos cuál sería nuestro punto de vista, cómo reaccionaríamos, si se puede medir la confianza por nuestros comportamientos, cómo ayudar… ¿acaso ayudaríamos? Y sobre todo, ¿cómo encajar una confesión tan grande? A modo de piezas de juego, llenas de colores y de espacios ajustados, todo se acompasa, a veces, en una competición entre la pareja, y, otras, librando una lucha interna consigo mismo.
La realidad cotidiana de una pareja se ve azotada por una confesión. Sed es la lucha de una pareja por sobrevivir ante un conflicto y su estigma social. Asistimos al momentos en el que ÉL, al fin, verbaliza su problema, y cómo junto a ELLA intentan gestionar la situación dentro del espacio íntimo de la pareja. Un drama que lleva al público a posicionarse ante uno de los tabúes más oscuros de nuestra sociedad.
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«SED» Es una obra de teatro que trae a nuestras mentes, angustia, lo bueno es que frente a su pareja logra expresar su vida interna. Esto es muy actual, sucede en muchos lugares pero no todos son valientes para hablar .
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«SED»Es ina obra de teatro que trae a nuestras mentes, angustia, lo bueno es que frete a su pareja logra expresar su vida interna.Esto es muy actual, sucede en muchos lugares pero tos son valientes para hablar.
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