Me dan ganas de vivir.
François Ozon presenta nuevo trabajo cinematográfico bajo el título Frantz, un largometraje basado libremente en el filme del realizador alemán Ernst Lubitsch Remordimiento (1932). Esta coproducción franco-alemana ha sido rodada en ambos idiomas y llegará a nuestros cines el próximo 30 de diciembre, poniendo en pantalla un tratamiento original del nacionalismo latente de posguerra.
Protagonizada por Pierre Niney y Paula Beer, el guión de esta película lo firman el mismo Ozon, interesado desde hace tiempo en “hacer una película en torno a la mentira”, y el escritor Philippe Piazzo. El reparto se completa con los veteranos actores alemanes Ernst Stötzner, Marie Gruber, Johann von Bülow y la francesa Cyrielle Clair, quienes han sabido acentuar una historia que parece dividirse en dos para disfrutarse el doble.
El protagonista ausente es retomado por los recuerdos, insertos en un presente, gracias a dos personajes que parecen desvivirse en pantalla por su memoria. Adrien, presentado como un joven atormentado y perdido, va tomando forma desde el misterio gracias a la soberbia y concienzuda interpretación del joven actor Niney, quien tuvo que aprender alemán, a tocar el violín y a bailar el vals. A su lado, Anna conforma una obra de arte con cada plano en solitario que aparece en pantalla, sin negarnos una valiente rebelión por vivir después de la muerte de su prometido, encarnada en una Beer que hace maravillas con su mirada. En cuanto a Frantz, comenta Ozon, que su nombre “llegó de forma natural porque suena como France… En alemán se escribe sin la «t», pero es un error muy francés que hace gracia y encanta a los alemanes, por eso decidí no corregirlo. Pensé que el propio Frantz había añadido la t a su nombre porque era un francófilo convencido”.
Mención aparte se merece la atrevida y conseguida utilización del blanco y negro, por primera vez para el director francés, objetivo con el que se consiguió un mayor realismo y veracidad, ayudando así a contener una historia que conmueve por su mero deseo artístico y humano. El color se reserva, curiosamente, para las secuencias de flash back, de mentiras o de felicidad, con transiciones de color suavemente expuesta en los momentos justos en los que la historia los llama.
Los paisajes resultan ser una parte fundamental también en esta película ya que asistimos a todo un viaje urbano que nos va enseñando la ciudad, gracias al deseo que sentía el director de que esto ocurriera: “Me gusta mucho filmar trayectos, es una forma concreta de encarnar la idea del recorrido de los personajes y de situar la película y a los personajes en un lugar geográfico”.
Por último, el arte de uno de los pintores más conocidos a nivel mundial también tiene cabida en Frantz, con el cuadro El suicida, de Manet, que persigue enseñar una de las creencias del guionista; el arte también es una mentira. Y bien que lo sabemos nosotras. Muy poca gente se ha levantado de la butaca cuando hemos disfrutado de esta película gracias a Golem distribución. Porque hasta los títulos de crédito merecen la pena y te permiten quedarte en el lugar y en la fecha descritos, con una música exquisita que te acompaña hasta salir de la sala… y algo más ¡Disfrutad en el cine!
En una pequeña ciudad alemana después de la I Guerra Mundial, Anna va cada día al cementerio a lamentar la pérdida de su novio Frantz, que murió en una batalla en Francia. Un día se encuentra con Adrien, un joven francés que ha ido a depositar flores en la tumba de Frantz y cuya presencia en un país que acaba de perder la guerra enciende pasiones encontradas.
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