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UNA Y OTRO [o quizá todos]

Desde el pasado día 2, han montado un espectáculo teatral desde que se entra por la puerta de Nave 73. El equipo de Teatro Cruzado defiende su primera producción todos los miércoles de marzo y abril, con pequeños detalles como un divertido “Contrato de espectador”, un pequeño photocall y unas camisetas que han sacado a la venta como forma de apoyar el arte que hacen. A Una y Otro les conocemos antes de entrar a la sala porque nos han dado pistas suficientes, que invitan a reflexionar sobre el entorno laboral en el que estamos y sobre mucho más que os invitamos a descubrir.

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Para conocer más sobre la obra de teatro y sobre el trabajo de cada uno de los integrantes, nos hemos reunido con David Huertas, Aloma Romero, Daniel Jumillas y Susana Moreno. Cada uno ha llegado por su lado pero se han sentado en Nave 73 como una familia llena de ilusión y de orgullo por lo que están haciendo. Romero y Jumillas son la pareja protagonista de Una y Otro; los dos tienen la misma mirada directa y segura cuando hablan de sus personajes, llena de meses de propuestas, trabajo y ensayos. Huertas es el director, el que no para de hablar, de contarnos todo lo que hay detrás de esta obra de teatro, construida entre muchos amigos, de expresar agradecimiento por todo lo que están consiguiendo. Y Moreno es la jefa de producción, la que más les mira y les escucha y la que habla en el momento exacto para dar apoyo a sus compañeros y para explicar el doble punto de vista como parte del proyecto y espectadora a la vez.

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La aventura de Teatro Cruzado comenzó en un curso de teatro y continuó entre cañas, como nos explica Daniel: “Nos conocimos en un curso de María Pastor en el Teatro Guindalera, sobre la investigación del texto llamado Cruzadas, de Michael Azama, y de ahí nació esta compañía”. Aloma continúa: “David nos dijo que escribía, nos gustó y decidimos juntarnos y hacer algo”. “Entre cañas dijimos que teníamos que hacer algo pero no sabíamos qué y salió este texto. A Susana le comentamos el proyecto después y se unió enseguida”, comenta David.

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¿Qué propone Teatro Cruzado?

David: Con esta compañía nos propusimos qué teatro hacer; nos hemos ido un poco más por lo contemporáneo porque nos interesa contar historias que pueden ser de ayer o de mañana pero con un prisma de energía y juventud que desprendemos todo el equipo.

Daniel: Con Teatro Cruzado hemos querido poner un punto y aparte a la precariedad en la que estamos laboralmente hablando; somos conscientes de que no vamos a vivir de esta obra pero por lo menos dignificar que estamos aquí, dados de alta en la seguridad social, con un dinero reinvertido en nuestra productora.

David: Nos complementamos todos muy bien porque cada uno tiene un rol muy curioso aunque no nos parezcamos; Daniel es estética pura y ha diseñado el cartel, Aloma tiene una creatividad desbordante y se ha ocupado del vestuario, yo he escrito el texto y soy el relaciones públicas y Susana se ocupa de la producción y se encarga de organizarlo todo; con ella nos sentimos arropados y nos saca adelante.

¿Cómo han sido los ensayos de Una y Otro?

David: Los ensayos se han dilatado en el tiempo porque era un texto un poco peculiar ya que no tiene acotaciones. Las acotaciones te condicionan. Lo primero que pensé es que lo dirigiese otra persona pero nos ahorraríamos tiempo si me encargaba yo, puesto que entendía mejor lo que había escrito. Empezamos investigando sobre el texto, viendo dónde nos llevaba para que la historia la estuviéramos contando los tres. Fue un proceso de investigación de unos cuatro o cinco meses, en intervalos, mientras hacíamos otras cosas laborales, y en diciembre, decidimos tenerlo todo montado para estar preparados para la sala que decidiera darnos una oportunidad. A partir de ahí, han sido dos meses de ensayos más fuertes, como un montaje profesional.

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Para los espectadores que aún no hayan visto la obra, ¿de qué habla Una y Otro?

Daniel: Una y Otro habla de dos trabajadores en una empresa en la que no se explica cuál, ni en qué época están. Pueden ser cualquier trabajador en cualquier empresa del mundo. Se ubica en un futuro cercano, distópico, en el que se dice que afuera no hay nada, haciendo un símil con lo que pasa ahora en el mercado laboral; el empresario se aprovecha de la excusa de que afuera es peor y explota a sus trabajadores. La obra reflexiona acerca de dónde podemos llegar sino hacemos nada por cambiarlo y sobre todo, qué somos y qué parte de culpabilidad tenemos de lo que sucede.

David: Hay muchas obras muy políticas y reivindicativas sobre que la industria son los malos y los trabajadores son los pobrecitos. Pero hemos dado una vuelta de tuerca preguntándonos qué estamos haciendo nosotros mal y qué no estamos haciendo. El debate de lo que habla esta obra es peculiar porque nos hemos propuesto una cruzada personal, centrándonos en los personajes, haciendo que el espectador cree la obra para que se sienta reflejado de manera que nadie ve lo mismo, ni siquiera los actores.

Aloma: En la obra hablamos del miedo a la libertad. Muchas veces decimos que el ser humano quiere ser libre pero el ser humano tiene miedo a ser libre porque no sabemos qué hay después de la libertad, de lo que hay fuera, de lo que se habla en la obra.

David: Dos visiones en las que no hay un bueno y un malo, sino que ambas son lícitas y hay que ver dónde está cada uno en ese proceso. Hay muchas veces que la distopía es el tema central de una obra, pero aquí la distopía es una atmósfera; es la excusa que tenemos para no colocarnos en un sitio concreto y jugar con la atemporalidad.

Susana: Cuando leí la obra, lo que más me gustó es que no es una crítica política al uso que estamos hartos de ver. Hay una crítica al ser humano, para nosotros.

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Astronautas, habitantes de Gran Hermano, personajes del Opus, prisioneros del holocausto, perseguidores de aliens… todo esto, y seguramente mucho más, se ha imaginado el público que ocurre en Nave 73 con Una y Otro, justo lo que pretendían, como cuenta Aloma: “Estamos logrando lo que queríamos; que cada espectador se vaya con algo distinto. No queremos contar una historia; queremos contar una relación entre dos personas, la historia la crea el público. Nosotros contamos los personajes y el público la historia. Y luego es muy divertido escuchar los comentarios de la gente porque cada uno se lo lleva a su terreno”. Daniel también tiene bien claro la misión que tenían desde el principio: “Queríamos hacer preguntas y que la gente se cuestione todo. Yo prefiero pretender cosas antes que entender”.

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Una y Otro no tienen nombres, sólo son números, ¿estamos viendo el futuro tan mal los jóvenes para que lleguemos a perder la identidad? ¿Es necesario autoproducirse una obra para sacarla adelante?

David: Somos números; en el médico, en el DNI, en la Seguridad Social, cifras del paro, etc. y pensamos en la pérdida de la identidad como algo futuro y cercano. En esta obra se da la falsa sensación de que muchas cosas no les han pasado a los personajes pero algunas han sucedido de verdad y están verificadas.

Aloma: Las cosas están mal y en otras partes de Europa no. Pero también es entendible que nadie se arriesgue en algo en lo que no cree, sobre todo en este tiempo de crisis, en el que se tiende a ir a lo seguro. En España, se ha creado el miedo hacia lo que no conoces, desde hace mucho tiempo, miedo del que habla la obra, miedo que te frena, a nosotros y a la gente que manda, que tiene el poder. Si España tuviera el desarrollo y las capacidades de otros países, que no han pasado por una dictadura de 40 años y que no están en nuestra situación, sí que habría más ayudas. No podemos compararnos con otros países europeos porque la historia ha sido distinta.

Daniel: El problema es cuando una administración pública, cuyo objetivo no debe ser sacar dinero sino culturizar, dar un servicio público, tiene que estar pendiente de una rentabilidad. En España siempre hay muchas trabas para cualquier proyecto y aún eres joven con 40 años. Estoy seguro de que te vas a otros países y los directores son muy reconocidos con esa edad. Aquí hay dramaturgos que no; Paco Becerra, Conejero, Padilla, etc. y se les tacha aún de emergentes.

David: Aquí ser joven es una tara y sería algo bueno que se fuera cambiando poco a poco, con programadores que se interesen por nuevas tendencias, en historias contadas en un teatro, para que sean valoradas y no simplemente para rellenar un espacio y un tiempo.

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Quizás el momento más especial de Una y Otro sea el que viven los personajes al apagar las luces del pabellón desde el que cuentan su situación y que obliga a los actores a realizar un trabajo a oscuras. Cuando escucharon la propuesta de ese determinado momento de la obra, “ninguno rechistó”, cuenta entre risas David y continúa explicando que “a través de la oscuridad, desnudamos a los personajes. En el cartel queríamos luz a través de un mundo tan sombrío. Indistintamente de que guste o no guste, creo, honestamente, que lo que nos hemos propuesto lo hemos conseguido; que no deje indiferente. La idea no es explicar, es generar dudas. Nos gusta más hacer preguntas que dar respuestas”. Aloma es la que más esfuerzo realiza en este momento clave y lo vive como un culmen: “Es un momento complicado porque tenemos que cambiar toda la escenografía y jugamos con muchos materiales. Pero se crea una atmósfera que compensa todo tipo de complicación porque desde fuera se ve como el momento más íntimo, cambia completamente la función en el oscuro y se ve el alma de los dos personajes”.

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Una y Otro no es sólo la obra al entrar a la sala de teatro sino que hay mucha interacción con el público minutos antes, ¿cómo ha sido ese trabajo extra?

Susana: Nos gustaba mucho la idea de crear un evento lúdico, al que no sólo vienes a ver la función, sino que fuera un experiencia, que te hagas una foto, o que leas el contrato, que es una forma de decir de manera graciosa que el público apague el móvil y porque tiene que ver con la temática de la obra. Las camisetas que vendemos de Teatro Cruzado son de Aminon Clothing y las vendemos como ayuda a la compañía para fomentar nuevas creaciones, de manera legal.

Cuando entramos a la sala de teatro de Nave 73, Daniel Jumillas ya está en escena, ¿cómo son esos primeros minutos hasta que el público se acomoda?

Daniel: Pensé que me iba a poner más nervioso. Me alienta mucho y noto que la gente entra hablando y se va callando poco a poco cuando me muevo. Marcamos lo de escuchar a la gente como si fuera parte de la obra e inconscientemente te alimenta para el papel.

David: Es maravilloso verlo desde fuera porque, normalmente cuando entras al teatro, hay una voz que te indica que la obra va a comenzar y que apagues el teléfono y la gente se calla, pero aquí, el público se va callando poco a poco y va centrando la atención en Daniel.

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Susana, Daniel, Aloma y David son jóvenes, están seguros de apostar por un teatro que traspase la conciencia y conjugue preguntas en voz alta y para seguir con ello están lleno de proyectos. David nos cuenta que sigue escribiendo e “intentando llevar de gira esta obra fuera de Madrid y a Europa. Nos gustaría hacer un teatro accesible, para personas discapacitadas, en el teatro off. Estamos investigando cómo se puede hacer y para recaudar dinero para ONGS. Está todo en el aire un poco porque queremos afianzar la obra para que luego sea una herramienta útil y social”. Aloma sigue con teatro y Daniel grabará una web serie y para septiembre, volverá a escena bajo la dirección de José Padilla.

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El renacido, Room, La juventud, el Thyssen, el Reina Sofía, el Museo de Arte Contemporáneo de Berlín, Nadie come tierra y Huevos duros son algunas de las películas, museos y obras de teatro de las que han disfrutado recientemente. Terminamos la entrevista con la sensación de haber descubierto una caja de sorpresas, una caja enorme llena de esfuerzo, cultura y futuro. La complicidad entre todos ha estado presente desde el principio y nos han permitido acercarnos a ellos como si hubiéramos quedado en Nave 73 para tomar unos cuantos cafés y algún refresco, para charlar apenas sin preguntar y para hablar de sus vidas teatrales pero también de la visión que tienen del mundo con sus veintipocos años. Nos alegra saber que hay supervivientes de una crisis que nos está arrasando muchos aspectos de la vida, sobre todo culturales. Hay esperanzas para el arte contemporáneo aún, sobre todo para el teatro que siga haciendo cosquillas y dejando un sabor amargo y dulce en diferentes porciones para seguir indagando en lo que somos.

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Amanda H C

Fotografías de Beatriz Ramos Fernández

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