El reestreno de Mejor dirección novel en la Estación del reciente inaugurado Gran Teatro Príncipe Pío tuvo lugar el último sábado de enero. Después de despedirse hace años del Garaje Lumiere, el mismo director ha recuperado la historia de una sola noche y muchas oscuras vivencias para volverla a poner en pie a través de un espectáculo único con el que poder vivir una noche inolvidable. La astucia de Jota Linares reside en que ha vuelto a estrenar una obra de teatro en la que habla sin tapujos y sin modas de los miedos personales, de amistad y amor a partes iguales y de un indiscutible deseo de triunfo que todos llevamos dentro pero que pocos se atreven a exhibir.
Los elegidos y afortunados que en este reestreno aparecieron en escena fueron una divertidísima Celia de Molina, que deseamos siga subiéndose a los escenarios, un apuesto Gonzalo Grillo, que supo defender perfectamente al personaje más juzgado de la noche, Maggie Civantos, a la que parece bastarle sólo su estupenda voz para hacer disfrutar de su sufrido personaje, una elegante María Hervás, que deslumbra por su seguridad y movimientos, e Ignacio Mateos, que ya tiene acostumbrado al público a verle con una grandeza sobre las tablas que vuelve a repetir una vez más.
Mejor dirección novel es cine dentro del teatro y muchas son las historias que se dan cita en unos minutos de oro, en los que cada palabra es aprovechada para sacar lo mejor y lo peor de cada personaje. Sus diferentes motivaciones y características dejan paso a la crítica sutil escondida en cada una de las acciones planteadas, distribuidas con confianza en diferentes términos del escenario. La fiesta a la que acudimos hace al espectador consciente de no haber visto la película anteriormente exhibida en la ficción, pero plenamente sabedor de cada detalle de ella por las continuas e inteligentes alusiones a lo acontecido en la pantalla. Por tanto, el juego entre cine y teatro es clave para ahondar en las inquietudes de cada uno y verlas expuestas en la enorme carpa de espejos, como si se tratara de fieles reflejos de verdad que cada uno intenta no mirar para no enfrentarse a ellos.
Precisamente, el peculiar espacio circular es el que acoge y configura a la vez la escasa escenografía con que cuenta esta obra. Los movimientos de salida y entrada de los actores, unidos a sus voces y a sus magistrales y continuos paseos, hacen de Mejor dirección novel una fiesta en toda regla, en la que los espectadores son algunos invitados más, testigos mudos de las situaciones vividas en una noche llena de glamour, envidias, tacones y amores. Cada personaje tiene su momento y su protagonismo en dosis justas que ayudan a unir un puzzle a través de pequeñas escenas ligeras y llenas de conversaciones que no hacen perder nunca el ritmo.
Una de las preguntas más comunes de los periodistas y que, seguramente más aburre a los directores, es saber qué parte personal muestran en cada texto de guión que escriben. En Mejor dirección novel esa pregunta no cabe pues se nota que Jota Linares no ha dudado en conservar su toque íntimo y regalárselo a cada actor para recrear así una sola noche de éxitos y de fracasos entre amigos, o entre lo que queda de una amistad llena de secretos. Volviendo a retratar relaciones de amor con un antes y un después, desgranando singularidades propias de cada personaje, aplicando un laberinto emocional y junto a algunos recuerdos de otros de sus diálogos anteriores de algún cortometraje como Placer, ha logrado recrear lo que parece ser una simple reunión de amigos a partir de la que ya nada volverá a ser igual.
A pesar de todas las dificultades técnicas que brindaron una extraña bienvenida al equipo de Mejor dirección novel, estoy segura de que si se hubiera ido la luz o se hubiera caído la carpa de La Estación, los cinco actores en escena hubieran seguido celebrando la noche de Eme Betancourt, metidos en sus papeles y dando más luz aún que la de los focos que cegaban incesantemente a algunos asistentes. Maggie Civantos, Ignacio Mateos, Gonzalo Grillo, Celia de Molina, María Hervías, así como el director y las voces de sus amigos que también formaron parte de la obra, supieron superar cada obstáculo y hacer de la noche del reestreno de Mejor dirección novel una velada divertida y dramática, interpretando al lado de uno público que quizás no supo devolverles todo lo que ellos dieron en más de hora y media.
Eme Betancourt se ha dejado las tripas y el alma en dirigir su primera película. Hoy es la noche de su estreno, y todo el mundo la adora. Purpurina, brillos, fanfarria y siete nominaciones a los Goya la hacen ser alguien. Sólo sus cuatro mejores amigos, a los que hace demasiado tiempo que no ve, sabrán la verdad sobre la materia prima con la que está hecho el multipremiado guión original de Eme. Y ella les ha invitado a la noche del estreno.
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