“Es curioso como, en contra de toda lógica, uno se aferra a la existencia en proporción inversa a la cantidad de vida que tiene por delante” La tabla de Flandes. Arturo Pérez-Reverte.
Por paradójico que parezca, la muerte es un no estado que surge de la vida. Ambas circunstancias se complementan y, aunque opuestas, hacen posible la existencia de su contraria. Este ciclo vital de la naturaleza ha sido abordado desde distintas perspectivas a lo largo de toda la historia de arte. Sin embargo, pocas veces se ha logrado un equilibrio entre la vida y la muerte sin que en su representación, la balanza se haya inclinado más hacia una que hacia la otra.
Dicha consonancia entre estas dos fases de la existencia del ser es definida en la obra del artista inglés Hugo Bruce, quien medita a través de sus esculturas filiformes sobre cómo la vida y la muerte se cruzan a lo largo de nuestra efímera existencia. No obstante, no se trata de una visión negativa del mundo, sino más bien de una plasmación objetiva de nuestro tránsito a través de esta aventura existencial que supone el ciclo vital de todos nosotros.
Este orfebre del ser y no ser, consigue captar en tan sólo un instante nuestro fugaz paso por el mundo y la fragilidad de la vida. A través de sus esculturas con claras influencias del universo kafkiano, ahonda en la capacidad de la naturaleza para metamorfosearse y evolucionar hacia formas diferentes, cuyo destino final siempre es el mismo.
El virtuosismo de Hugo Bruce reside en cómo a pesar de tratar un tema tan oscuro como es la muerte, elemento complementario e inseparable de la vida y viceversa, consigue impregnarlo todo de un carácter poético. Así, crea metáforas que oscilan entre la delicadeza, patente en las formas sinuosas de sus esculturas, y el inevitable final del ser. No obstante, no se trata de una visión negativa del mundo, sino más bien de una plasmación objetiva de nuestro tránsito a través de esta aventura existencial que supone el ciclo vital de todos nosotros.
Su obra, esculturas en metal en las que se repiten las formas orgánicas en medio de atmósferas bucólicas con ciertos elementos góticos, nos muestra, como si estuviesemos ante una escena teatral, el abrazo entre la vida, el amor y la muerte, y la familiar y a la vez extraña sensación que produce a quienes la observan.
La percepción que tiene Hugo Bruce sobre la temporalidad, queda de manifiesto en el modo en que captura cada instante, congelado en el tiempo para irónicamente dar constancia de la imposibilidad de lo eterno en la vida y de la certeza de la muerte, como si de una vanitas contemporánea se tratase. Dicha contraposición entre lo eterno y lo finito, la energía y el cuerpo etc. nos traslada a la obra y textos de William Blake, un claro referente para este artista anglosajón.
En definitiva estamos ante una serie de piezas, cuya elegancia y aparente sutileza nos invita a reflexionar sobre la armonía entre la vida y la muerte, y que no sólo destacan por su estética y técnica sino por el mensaje que nos transmiten. La vida fugaz e intensa como antesala a un final que, al fin y al cabo, nos hace a todos iguales.
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Me parece tan acertado el juego que hace con la naturaleza y la calavera , para indicarnos del tránsito de la vida a ese espacio donde odo nos iguala.,la muerte.
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