Los prototipos y los personajes más admirados en la pantalla grande siempre han existido. En la historia del cine clásico norteamericano, admirar a un actor que se encasillara en un mismo papel a lo largo de su carrera cinematográfica fue un factor decisivo en las características que empezaron a definir la fama y la posesión del estatus de estrella.
Las divas más antiguas:
Las mujeres son las que más fortuna han tenido en relación con un público que las ha sabido acunar en toda esa mentira que hay después de que un director grite “¡corten!”. La confusión entre dónde empezaba la actriz y dónde terminaba para dejar de ser personaje dominaba la época del star-system, como táctica seductora de los grandes estudios de Hollywood en las décadas de los años 30, 40 y 50 del siglo pasado. Las películas tenían que tener un nivel económico como recaudación que sólo se podía conseguir si la publicidad que se daba de ella era exquisita. “El star-system es el reflejo de la mujer – objeto dominado por la cultura filmográfica androcéntrica” (Amar).
Las presiones sociales a las que nos vemos sometidas a diario no son nuevas y desde luego no somos las primeras en sufrirlas en pleno siglo XXI. Las grandes divas en la historia del cine han dejado un rastro difícilmente superable de rostros angelicales como el de Grace Kelly, ojos furtivos e inspiradores como los de Lauran Bacall, inocentes interpretaciones como las de Audrey Hepburn y excentricidades como las de Marilyn Monroe.
Los modelos a seguir han sido construidos y moldeados como figuras de barro que, una vez secas, no podían ser de otra manera porque sino se rompían. Y es precisamente esa pugna que lucha entre la construcción de mujeres modelo y mujeres reales la que sigue conservándose hoy en día, sorprendentemente intacta. “Las mujeres pululan entre imágenes ancladas en el juego binario de la representación occidental. Esto es, el discurso cinematográfico, principalmente el llamado cine narrativo clásico, tiende a través de su estructura narrativa y representacional a dividir el papel de la mujer en: mujeres negociables (madres, hijas, esposas…) y mujeres consumibles (prostitutas, vampiresas, golfas…) y coloca a las primeras por encima de las segundas, estableciendo así una jerarquía de valores en los papeles otorgados” (Siles Ojeda).
Las divas más modernas:
La taquilla y la popularidad llevan dándose la mano durante décadas. Los valores de producción, como se conocen actualmente a los actores y actrices más veteranos que saben jugar su papel dentro y fuera de la pantalla, son banalmente tratados pero ricamente beneficiados. A los espectadores sólo nos llega un aparte activa de todo el proceso del papel que juegan.
¿Qué es más peligroso; tratar de ser el objeto sexual que fue Marilyn Monroe o querer ser protagonista enferma de una vida catastrófica? ¿Por qué hemos dejado que nos enseñen que un hombre siempre tiene que venir a salvarnos? Está claro que en el cine clásico de Hollywood bien tenía que ser así pero no nos engañemos, las chicas con cáncer están de moda y así lo demuestran películas de este reciente pasado año en cartelera como Bajo la misma estrella (The fault in our stars) y Ahora y siempre (Now is good) que necesitan una figura masculina para sentirse completas.
Esas chicas son iconos fijos valorados que esperan en sus largas epifanías al salvador como la protagonista de la saga Crepúsculo, las enamoradizas protagonistas de las novelas de Federico Moccia llevadas al cine en adaptaciones en varios países o la sumisa de 50 sombras de Grey.
Pocas películas hay actualmente que intenten salirse de la aparatosa historia en la que chico y chica terminan juntos porque así lo dictamina el destino, escrito por un rol masculino que sabe ganar siempre.
Pero hay una película que me ha llamado poderosamente la atención porque sabe saltarse estas leyes no escritas de guiones llenos de princesitas y principitos y que cuenta con un inesperado final que gratifica mucho al público. Estoy hablando de Viajo sola (Maria Sole Tognazzi, 2013). Dejando los estereotipos a un lado, nos presenta a una protagonista que no agacha la cabeza por no tener marido ni hijos y que hace reflexionar al espectador sobre las formas de la felicidad porque cada uno puede elegirla sin tener que fijarse en lo que hacen los demás.
Entonces, ¿qué pasa con Hollywood?:
Hollywood no se reinventa. Se recoloca cada década que pasa con mujeres que cambian de look cada semana, que juegan a ser más jóvenes llenándose de bótox y que se precipitan a igualar sus vidas a la de los personajes que interpretan. Si creemos que la fascinación creada por el star-system tras la Gran Depresión quedó atrás, creo que nos confundimos. Al fin y al cabo, las estrellas que reinan ahora se han esculpido de la misma manera y trabajan para un mismo sistema que no se detiene porque se cree inmortal. Las estrellas como Angelina Jolie, Jennifer Aniston y Nicole Kidman demuestran que siempre es una época dorada para Hollywood.
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Me gustó el comentario sobre la evolución del cine de Hollywood. en especial de la mujer. En cuanto a las películas me encantó VIAJO SOLA, que despertó interés sobre la felicidad.
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