A punto de acabar este Año Greco descubrimos en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (C/ Alcalá, 13) una de las últimas muestras dedicadas al artista. Entre el cielo y la tierra. Doce miradas al Greco, cuatrocientos años después explora la influencia del destacado pintor en doce creadores contemporáneos.
La exposición, comisariada por Isabel Durán, ilustra el influjo inspirador del Greco en la actualidad. Una exhibición que, inserta en el rico programa de conmemoración artística y cultural desarrollado este año, se instala ahora en Madrid hasta el 8 de noviembre.
Obras de pintura, escultura, fotografía y vídeo, muchas creadas expresamente para la ocasión, componen la muestra. En ellas observamos un amplio abanico de planteamientos formales, conceptuales y estéticos, en los que la herencia del Greco se aprecia más o menos sutil. Estos creadores componen un apostolado artístico alrededor del creador, del inspirador, representado por su San Jerónimo (1600) propiedad de la Academia.
Entre estos artistas inspirados por el Greco, encontramos a Secundino Hernández. Cuenta que, cuando era pequeño, coleccionaba cromos y llegó a reunir un gran número de imágenes del pintor. Sentía fascinación por la pincelada grequiana mucho antes de conocer su vocación artística. Años más tarde, su admiración por las formas innovadoras del cretense, se traduce en su obra en un uso libre del pincel.
La devoción por el Greco también llevó al pintor Jorge Galindo a crear una serie de cincuenta obras titulada El Griego revisitado en Borox, cuyas dos últimas forman parte de la exposición. En ellas, los brazos y manos de las figuras grequianas cambian de lugar, sorprendiendo por sus posiciones.
Las formas corporales protagonistas en la obra de Galindo, inspiran también a Pablo Reinoso, que reinterpreta las torsiones del Laocoonte. Este lienzo, conservado en la National Gallery de Washington, es uno de los más enigmáticos y fascinantes del Greco. Reinoso, en su cuadro-escultórico, entrelaza tiras de madera evocando los cuerpos retorcidos del sacerdote troyano y sus hijos mientras son devorados por serpientes.
Además de las formas, la potencia cromática también caracteriza la pincelada grequiana. Cautivado por ella, Carlos León al que siempre fascinó el Retrato del cardenal Don Fernando Niño de Guevara, traslada a su tríptico abstracto el intenso y sanguíneo púrpura de la vestimenta del inquisidor.
La luz y el color comparten protagonismo y poderío en Cenital 1 y Cenital 2, obras de Din Matamoro. Dos grandes lienzos que representan, según el pintor, nada más lo que veo en el aire: la luz y el color, elementos fundamentales en la obra de El Greco.
Colores, preeminentes también en la obra de José Manuel Broto. Con motivo de la exhibición, el artista ha creado una pareja de lienzos de colores ácidos inspirados, uno, en El expolio de la Catedral de Toledo, y otro, en La Inmaculada Oballe de la Capilla de San Nicolás de Bari.
EG1 y EG2, José Manuel Broto, 2014 «Comparto con el Greco dos aspectos centrales en mi trabajo. En cuanto al color, la atracción por los colores ácidos, de armonías casi imposibles; y, en cuanto al diseño, una cada vez mayor atracción por el aspecto de torbellino vertiginoso de las obras». José Manuel Broto
Otro de los rasgos característicos de la pintura del Greco, la espiritualidad, es evocada por Luis Gordillo en Sagrado Corazón de Jesús en vos confío. Atraído por la pintura mística del cretense, Gordillo reflexiona sobre la religión a través de formas abstractas.
Una espiritualidad la del Greco que conecta el plano terrenal y el celeste, creando un espacio mágico y misterioso que estimula e inspira a otros artistas. Fijando la mirada entre cielo y tierra, Montserrat Soto recrea esas trágicas atmósferas grequianas con una fuerza intimidatoria, presagio de algo espeluznante.
Este inquietante espacio entre cielo y tierra, vida y muerte, enmarca el retrato de un joven gitano en la creación de Darío Villalba.
Entre dos mundos, Darío Villalba, 2008. «Los espacios que crea son siempre particulares, se convierten en una especie de constatación de cómo lo natural puede resultar humano y divino al tiempo», Isabel Durán.
Un espacio igualmente insinuado por Cristina Iglesias. Su obra Sin título (Berlín II) está compuesta por un tapiz y un cristal azul, evocación del agua. Iglesias, que también trabajó en el
proyecto toledano Tres Aguas, genera ahora una comunicación con el espectador, reclamando su participación y el ser mirado de abajo hacia arriba, de la tierra al cielo.
Toda la esencia grequiana que ha inspirado a estos artistas, resulta más explícita en las obrasde Marina Núñez, Pierre Gonnord o Joan Fontcuberta. Las fotografías del francés Pierre Gonnord, recuerdan por su sencillez a los retratos del Greco. La transparencia de su Konstantina que parece lograr retratar el interior de la persona recuerda lienzo de la Dama del Armiño.
Marina Núñez por su parte utiliza un soporte audiovisual para reinterpretar la obra Vista y plano de Toledo, del Greco, mediante imágenes, música y movimiento.
Joan Fontcuberta, supone el décimo tercer apóstol que camufla su obra entre los doce apóstoles como una reminiscencia física del propio pintor.
Camuflajes, El Caballero de la mano en el pecho V, Joan Fontcuberta, 2009 – El Caballero de la mano en el pecho, El Greco, 1580 ca.Paul Alexandre delante frente a la ventana, Amadeo Modigliani, 1913.
La exposición queda complementada con un catálogo de ensayos breves sobre la huella del Greco en el arte desde la perspectiva actual. En conjunto con las obras expuestas, muestra una interesante mirada de la pervivencia artística del Greco. Ya desde que fuera redescubierto a finales del siglo XIX, el influjo del cretense es notable en artistas como Paul Cézanne, Robert Delaunay, Amadeo Modigliani, Pablo Picasso o Jackson Pollock. Todos ellos se maravillaron con la innovadora expresividad y modernidad de su pintura. Su huella estilística llega hasta nuestros días, apareciendo en sutiles apuntes estilísticos o en formas que esconden planteamientos plásticos equiparables a su proceder. Pocos genios han influido tan poderosamente en etapas posteriores, siendo el Greco, junto con Velázquez o Goya, los artistas con más influjo en la contemporaneidad nacional. Además, el Greco emerge como un precursor del artista actual, gracias a su potente carácter y a una teoría estética propia que destacaron ya en su época.
Esta exposición es, en definitiva, una muestra de que el Greco es una presencia actualizada. Su repercusión aparece en estas creaciones actuales a través de una evocación técnica, temática o estilística, gestando un diálogo artístico que trasciende cuatrocientos años en el tiempo. Visitarla permite, por tanto, deleitarse con diferentes obras que atestiguan la vigencia del genio y reconocer la evidente deuda del arte contemporáneo con el eterno pintor griego.