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ROMA, cartografía emocional sobre la felicidad

ROMA ha llegado a los Teatros Luchana como una propuesta escénica que explora la memoria, la ciudad y las emociones que habitan en ella y en una relación amorosa. El montaje está dirigido por Olaya Pazos, quien repite colaboración con el dramaturgo David Barreiro, conformando un tándem que ya mostró originalidad y belleza en HELSINKI. A través de un lenguaje contemporáneo y un trabajo actoral cuidado, la obra nos lleva a un viaje teatral que combina lo íntimo y lo colectivo en un espacio tan diario como una casa.

Para empezar, resulta especialmente interesante cómo Barreiro consigue hacer dialogar dos ciudades y dos momentos alejados en espacio y tiempo, generando resonancias que enriquecen la experiencia del público. Su escritura, atravesada por una capa poética, aporta una mirada sensible que facilita tanto la comprensión como la asimilación de la realidad que contiene el texto y que se despliega en las interpretaciones.

Mariona Tena y Pablo Castañón regalan una entrega escénica precisa, capaz de transmitir con honestidad tanto la nostalgia como la tensión de situaciones cotidianas que les duelen. Sus silencios, sus bailes, sus convivencias fuera de plano son algo con lo que disfrutar tranquilamente desde el patio de butacas. La conexión entre Mariona y Pablo es uno de los grandes aciertos de ROMA, como lo fue de HELSINKI. Ambos defienden con solidez las posturas de sus personajes, manteniendo una tensión dramática que en ningún momento se siente impostada. Pero atención, lo que realmente cautiva es la complicidad que construyen juntos y que la dirección de Olaya Pazos no deja de empujar: hay una verdad en su manera de mirarse, de escucharse y de responderse que traspasa el escenario y que es, sencillamente, preciosa. Tanto en los diálogos compartidos —cargados de matices y de una ternura contenida— como en los monólogos individuales, logran conmover, dejando claro que su sinceridad interpretativa es la clave de esa química que enamora a quien los ve.

Nada es eterno. Y menos la felicidad

Cada personaje da por perdido un pedazo distinto de la vida: la seguridad de un trabajo estable, la posibilidad de la maternidad, el refugio de un lugar fijo, el horizonte de un futuro en pareja… Y, sin embargo, no nos vemos obligados a elegir ni a juzgar, sino a escuchar, una acción que cada vez venimos necesitando más. Lo que se despliega en escena son certezas íntimas, vulnerables, que quizás también habitan en nosotros y nosotras, aunque a veces prefiramos no mirarlas de frente.

La escenografía—también firmada por Pazos— acompaña y construye recuerdos de una capital italiana que rezuma a otro tiempo, a ruinas aún en pie que podrían recordar un pasado glorioso, como el de esta pareja. Las ruinas de lo que fueron, tanto ellos como la ciudad, florecen instaladas en un rincón del salón. Y, aunque podrían pasar algo desapercibidas, están ahí continuamente y combinan de manera magistral con aquello que no vemos físicamente, como los muebles de lo que fue un hogar.

Ciudades y vidas en crisis

ROMA es la segunda entrega de la trilogía CIUDADES, un proyecto que indaga en cómo una generación de jóvenes españoles ha experimentado la irrupción de las crisis sociales y la falta de oportunidades en su vida más personal y cotidiana. Además, es un viaje sensorial que convierte a la ciudad en metáfora viva. Esta obra despliega un lenguaje poético que dialoga con lo urbano y lo íntimo, invitándonos a habitar una cartografía emocional tan reconocible como inquietante.

Madrid se convierte así en foco de una propuesta que me llama la atención por poner en escena una ciudad que es espejo, laberinto y herida de circunstancias políticas, económicas y sociales. Y es que ROMA se sostiene en esa tensión constante entre contraposiciones: personajes que avanzan por senderos oblicuos, inquietudes que parecen no encontrar reconciliación y relatos que se fragmentan como si nunca fueran a volver a tocarse. Sin embargo, en medio de ese aparente desencuentro, la obra nos regala un pequeño eco de esperanza, una luz tenue, casi esquiva, que insinúa que quizá todavía quede un resquicio para que algo —o alguien— logre estar bien. Y ahí, entre la duda y la ilusión, late la pregunta inevitable: ¿estaremos preparados para aceptarlo o hemos asumido, sin remedio, que la felicidad ya fue?

Marcos y Ana viven en un piso a las afueras de las afueras de Madrid, un lugar que se quedó en mitad de la nada al ser edificado durante la crisis. Sólo hay casas vacías a su alrededor y solares que los separan de la ciudad, de la «realidad» en la que vive el resto del mundo. Comparten ese piso únicamente porque no les queda más remedio por motivos económicos. Viven juntos pero separados: ya han iniciado los trámites de divorcio. Sin embargo, hasta que no consigan deshacerse de la casa, no podrán reiniciar sus vidas por separado. Es entonces, mientras esperan el réquiem final, cuando recuerdan los días de vino y rosas, los años dorados, su amor pleno, sus días en Roma.

Amanda H C

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