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EL TEATRO DE LAS LOCAS

El Teatro María Guerrero (Centro Dramático Nacional) convierte una de sus salas más íntimas en un centro de salud mental para dar voz a El teatro de las locas. Una propuesta de Lola Blasco en la que se aborda este tema, que sigue siendo tabú a día de hoy, desde varias perspectivas distintas. Una muestra de teatro contemporáneo definido como metateatral que remueve conciencias y espíritus hasta el 31 de marzo.

La obra, basada en un hecho real siendo escrita y dirigida por Blasco, nos presenta la historia de un grupo de personas con dolencias mentales que es animado, de manera forzosa, a formar una compañía y presentarse al público. Además de tratar diversas cuestiones comunes a la sociedad desde su perspectiva, como puede ser el concepto “revolución”, conocemos más de ellos a través de la presentación de personajes de la dramaturgia universal. Principalmente, rescatando creaciones de Shakespeare tales como Cardenio y Lady Macbeth. Un ejemplo claro es el de Ofelia, figura femenina en Hamlet, que queda eclipsada por la figura del príncipe que, en gran medida, es el culpable de su padecimiento y trágico final. Y en esta creación, toma las riendas y se expone ante el público como protagonista.

Los alter-ego a representar están vinculados a dolencias psiquiátricas, aunque algunas de ellas sabemos ahora que no lo son, como es el caso de la histeria o la clorosis, ya sea desde el suicidio o desde el éxtasis de una santa como fue Juana de Arco. Trabajando así en otras cuestiones como el feminismo muy presentes en esta creación.

Todo ello acompañado de música en directo, con la idea de mostrar estos problemas y sentimientos planteando quién es el cuerdo y quién el loco aquí. Esto es algo que se ha indagado en varias ocasiones en el Arte, ya que la línea que separa una cuestión y otra es muy fina y ligera. Mientras escribo esto, recuerdo las palabras de Leopoldo María Panero, poeta y usuario asiduo de instituciones mentales, en un trabajo documental de Carlos Ann y Enrique Bunbury, con las que se despide diciendo que los que sufren, los que están encerrados, son los que están afuera de la verja del centro sanitario. Dudas y preguntas que este trabajo plantea y ante las que el público sale de la sala con un revuelto de emociones y pensamientos dispares y nada sosegados.

Ahora bien, pese a lo originalidad que tiene el montaje, el planteamiento es muy complejo de seguir y puede perder a más de un espectador por este viaje sinuoso y difícil que se propone. Cierto es que el teatro no tiene como principal función la didáctica, pero si el mensaje no llega, como ocurre aquí en algunos momentos, el resultado no deja de ser un canto de cisne; bonito, pero muy fallido.

La obra se asienta sobre el concepto coral; un grupo de actrices y dos actores que dan vida a estos personajes torturados por la vida, la enfermedad, los experimentos y el estigma social. Todos, encerrados en esos trajes y fajas con ecos decimonónicos y de camisas de fuerza (dados vida por Pier Paolo Álvaro), abordan la interpretación de manera correcta, funcionando como los engranajes de un reloj perfecto. Y es algo nada fácil teniendo en cuenta el ambiente íntimo y especial de la Sala Princesa del María Guerrero. Sus nombres son Alda Lozano, María Pizarro, Nieves Soria, Alberto Velasco, Pepa Zaragoza y Vidal.

En cuanto a los aspectos técnicos, destaca la escenografía, creada por Luis Crespo, que convierte el espacio en una institución mental de tiempos pasados, incluido el suelo, y que introduce unas cortinas plásticas con información médica sobre la mujer que nos lleva a las explicaciones de Charcot; médico del campo que aparece también en escena o ¿no?

El teatro de las locas es una gran propuesta de teatro muy actual no acta para todas las sensibilidad y a la que hay que asomarse con la idea de la reflexión y no con el gusto de sentarte en una butaca a soñar con lo que se muestra en un escenario.

En el siglo XIX, Charcot sentó los pilares de lo que luego sería el psicoanálisis a partir de una enfermedad: la histeria. Enfermedad que había sido entendida como femenina desde los tiempos de Hipócrates. Enfermedad que, según dijeron, se curaba con un consolador. A lo largo de la historia, lo que se ha entendido por locura ha tenido que ver con los rasgos que asociamos a lo femenino. Los hombres que han padecido algún trastorno también han sido considerados afeminados, lo que hace que me pregunte: ¿Hasta qué punto la diferencia ha sido considerada motivo de encierro? Y también, teniendo en cuenta que las enfermas eran retratadas como Ofelia o Lady Macbeth, ¿en qué medida el teatro ha contribuido a la imagen que hoy tenemos de la locura?  

Sonia López

Centro Dramático Nacional

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