5 razones para ver ‘The Book of Mormon, el musical’ en el Teatro Calderón

Hay gran expectación en uno de los primeros pases del nuevo espectáculo que llega en octubre al Teatro Calderón. Las fans de los musicales a nivel internacional, el público que ya ha disfrutado de este espectáculo fuera de España y las primeras que vamos a descubrirlo de cerca nos damos cita intentando adivinar qué veremos. Y ni acertamos ni nos fuimos a casa decepcionadas. The Book of Mormon es una salvajada escénica, compuesta por alta dosis de anticensura y con dos protagonistas incalculablemente valiosos para que la risa acompañe durante toda la función.

Los padres y las herencias

Esta historia, adaptada por Alejandro y David Serrano y dirigida por este último, comienza en el principio de los principios mormónicos, con un profeta, un ángel y unas escrituras. Como religión, es capaz de elevarse y de mirar desde las alturas al cristianismo, ya desde el hecho de que sus planchas escritas abandonen el barro o la piedra y valgan su peso en oro. Por otro lado, no deja de ser una fe hereditaria, en potencia masculina y de superioridad americana y occidental, que no tiene vergüenza en trasladarse y seguir en activo hasta nuestros días. Este es el primer síntoma que este musical deja claro desde el minuto 1 y que amplifica, sin olvidarse de plasmarlo, ni en la forma ni en el fondo, ni de amordazarlo para llegar a la reflexión, como cuando uno de los personajes se da cuenta de que “nada de esto es como nos contaron”.

Crítica que nos critica

No es nada fácil estrenar una obra con tanta acidez, tanta postura políticamente incorrecta y, sobre todo, tanta fantasía artística para provocar las carcajadas cuando, desde el mismo escenario, se nos señalan nuestros propios pecados. Tenía razón uno de los protagonistas al decir que partieron “de no querer ir al chiste, de no querer hacer gracia, porque el musical está tan bien escrito y es tan redondo que no le hace falta” (entrevista publicada en Teatro Madrid). Desde luego, han dado en clavo con esta intención. Y se agradece. En una cartelera actual en la que muchos temas aparecen relajados y poco estimulados, es una auténtica suerte revolverse en el asiento, cruzarse miradas de incertidumbre y pensar sobre qué o quiénes me estoy riendo.

La avispada puesta en escena

Las producciones musicales de más nivel suelen acompañarse siempre de un gran deslumbramiento en el plano visual que, muchas veces, hace empequeñecer o desvía a los personajes o incluso el argumento. No es el caso de los mormones, ya que la peculiaridad de sus escenas se basa en cambios increíblemente rápidos y en detalles que también dialogan de muchas formas, cuyos rincones tienen utilidad y no son simples decorados. Los estereotipos, las crisis sociales, económicas, políticas y humanas forman un puzle exquisito aquí en cuanto a escenografía, música y vestuario.

Muchas y variadas sorpresas

Los mormones en misiones por el mundo, sus familias o la gente ugandesa no son los únicos que aparecen y con los que nos reímos. El anclaje a la actualidad a tantos niveles es tan fuerte que abundan las apariciones estelares de otros mitos que forman parte de nuestro imaginario colectivo. Las sorpresas hacen una muy buena jugada y no hacen otra cosa que mantener en alto el ritmo del asombro, el cachondeo y la inteligencia de todo un equipo al que se le aplaude, casi inconscientemente, en varias ocasiones a lo largo de las 3 horas de función.

La pareja protagonista

Desde luego la traca final la llevan todo el rato en sus trabajos Jan Buxaderas y Alejandro Mesa. No se les puede quitar los ojos de encima. Primero porque, como dúo de actores, es increíble lo que hacen en el escenario, en sintonía y como figuras que necesitan ser diferentes para crear el efecto mormónico. Seguidamente, en sus números por separado, dan perfectamente fe de su fuerza escénica y hacen verdaderas cabriolas a nivel de voz, cuerpo e interpretación.

Mesa desafía constantemente la ternura desde la que parte su personaje y acaba brillando al dotar a su Elder Cunningham de un recorrido inmenso, más que sobresaliente. Su compañero Buxaderas parece ya un titán de la actuación. Su alta capacidad para gozárselo llega plenamente al patio de butacas y conquista a cada espectador y espectadora. Además, el grupo Elder, también conformado por Nil Carbonell, Andoni García, Óscar Bustos, Tony Iniesta, Pablo Raya y Nacho Porcar, es un auténtico goce escénico al que dejar la puerta abierta para verlos más veces, sin ninguna duda. ¡Ding-dong!

Dos jóvenes misioneros de la religión mormona son enviados a Uganda, un país pobre y con una población que está 80% contagiada de sida, para que prediquen su religión y conviertan a los locales.

Amanda H C

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