El Teatro Bellas Artes inicia curso con La profesora, una obra sobre lo que se vive en las aulas y un reflejo de la sociedad actual. Empatía, educación, identidad de género, brecha social y otras cuestiones son las piezas de un puzle que se completa en las dimensiones de una clase. Todo un viaje al centro del ser humano saltando todas y cada una de las barreras de los prejuicios en un momento en el que la primera impresión lo es todo.
La profesora, creada por Eduardo Galán y dirigida por Carla Nyman, cuenta la historia de tres personajes que sirven como reflejo de nuestra sociedad. El primero de ellos es América Alcalá, una profesora a punto de jubilarse, cargada de penas y paso del tiempo que oculta con su trabajo como docente. El segundo es Ortiz, un hombre de clase trabajadora ahogado por la falta de recursos en todos los sentidos. Y el tercero, no por ello menos importante aunque solo aparece de forma abstracta, es Daniela, la hija de Ortiz que intenta luchar con mil monstruos sin que nadie, aparentemente, entienda nada. Todo ello abordado con un diálogo en varias tutorías en las que se irán conociendo todos los secretos y el interior de cada uno de ellos. Es partir de lo incierto para ir al fondo y ver que las personas, en el interior, nos movemos por vísceras y corazón. Y en esos terrenos la igualdad es la reina de todo.
Leyendo estas humildes letras y la sinopsis de la obra en cualquier programa o folleto, el público puede pensar que esta creación es un viaje dramático y duro al que se va a enfrentar desde la butaca. Pero aquí llega el error. Una vez en el teatro, descubrirá que el planteamiento es desde la comedia, en ciertos momentos un poco caduca, con chistes fáciles y manidos. Para llegar a un final en el que se asiste a una representación torpona de Orgullo y prejuicio contemporánea, pasando muy por encima de temas tan importantes como el suicidio o el acoso en los adolescentes. Este hecho puede llevar a la decepción ante la que hay que estar preparada, escuchando más de una risa en en el espacio.
Todo recae sobre la figura de dos actores que están correctos. La televisiva Isabel Ordaz interpreta a América, en un trabajo aceptable, pero con algunas sombras. Mientras que Ortiz es interpretado por Marcial Álvarez en una actuación bien ejecutada sobre las tablas.
En cuanto a las cuestiones técnicas, destaco la escenografía creada por Mónica Teijeiro que es digna de destacar. Dos espacios tan distintos y tan bien creados, solo separados por una transparencia que sirve de pizarra, realizan el efecto perfecto para llevar a cabo lo que se desarrolla en escena. Minimalista pero espectacular al igual que el juego de luces de la mano de José Manuel Guerra.
Como resultado final, La profesora es un relato en ocasiones distorsionado que, en lo profundo, aborda cuestiones difíciles, como el paso de tiempo, ante las que todos deberíamos reaccionar.
Ortiz, un pescadero de unos cincuenta años que trabaja en un supermercado, acude a una reunión de tutoría para solucionar la situación de su hija Daniela. El primer encuentro con la tutora, América Alcalá, una mujer de casi sesenta y cinco años que no quiere jubilarse por miedo a la soledad, resulta un verdadero asalto de boxeo. A lo largo de siete sesiones hasta el final del curso asistimos, en clave de comedia dramática, al encuentro y acercamiento entre dos personajes tan distantes por cultura y por edad, en medio de los conflictos que plantea la hija.
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