Podemos escribir cien críticas sobre esta película y empezar diciendo “el inspector Falcón se enfrenta al caso más difícil de su carrera y de su vida” y sería la peor frase que se podría escribir sobre el film y aún así me quedaría corta expresando el tremendo montaje personal que sufre este personaje que parece estar hecho con un corta y pega de motivos que le van llevando a una acción final (un asesinato, hablemos claro) que nunca quiere llegar a realizar aunque sus palabras por amor parezcan decir lo contrario.
Pero comenzaré presentando a la pareja de actores españoles envidiable que guía esta película. Paz Vega y Juan Diego Botto. A pesar de mi gran admiración por los dos, no me han convencido en ninguna de las caras que muestran en este thriller policíaco. Consuelo es una mujer tan alta y con un aspecto tan calavérico como la sombra que proyecta detrás del personaje masculino que le acompaña como amante y como policía. El inspector Javier Falcón se encarga siempre de llevar la acción hacia delante y es el protector heroico tipificado en una policía de alta clase que juega con la tecnología más punta.
En medio de toda esta vorágine de personajes que parecen moverse de un lado a otro, nos encontramos con un tercero en discordia; Alberto San Juan, que interpreta a Yacub, perdido entre Marruecos y España, infiltrado en un comando terrorista, vigilado por el CNI, organismo al que facilita información como confidente. La falta de credibilidad llega de su mano, con un personaje que no acaba de encajar en la explicación de toda esta historia pero que, sorprendentemente, a la vez resulta vital para cerrarla.
Todo son roles masculinos que se mueven entre las ciudades de Sevilla, Madrid y Marruecos, pero que abarcan mucho más de lo que está en sus manos pues el horizonte al que miran se les queda corto; detrás de lo que parecen dos narraciones llenas de personajes abrasivos, se extiende una completa trama de mafia rusa dividida a su vez en dos bandos opuestos y una red yihadista que nos hace ver unos lugares marroquíes igual de sangrientos y violentos.
Bien pudieran haberse hecho dos películas a partir de La ignorancia de la sangre que presente Manuel Gómez Pereira pues el puzzle que intenta formar a partir de la novela de Richard Wilson no me parece nada condescendiente con el espectador ya que éste se puede encontrar perdido en varias ocasiones. Escenarios llenos de poder que nos son rellenados suficientemente por todos los personajes ni hilados de manera constante hacen que este largometraje nos haga replantearnos si estamos viendo un thriller con tintes reales o de ficción.