La película Amigos está protagonizada por tres personajes unidos por un cuarto que pasan toda su vida apostando y una vez que son adultos, vuelven a reincidir en ello, mostrándonos todo lo que son capaces de jugarse por un puñado gigante de 17 millones de euros. Arriesgan su familia, su sinceridad y su integridad y a la vez son capaces de rivalizar entre ellos mismos porque la apuesta es ganada por aquel que acumule más audiencia en televisión. Alberto Lozano, Ernesto Alterio y Diego Martín nos demuestran que con el humor se pueden contar muchas historias y si hay amistad por medio, nos sentimos muy identificados en algún momento.
Visto así, bien parece un simple argumento de un buen comienzo en una película española. La temática no es sorprendente pues cuántas películas hay sobre amigos y amigas cenando, viajando, viviendo amores imposibles… Aún así, la acción comienza a ir a más con la comicidad que queda implicada en cada acción que toman nuestros tres personajes, tratando de ganar la herencia de un cuarto, un tal Nacho, muerto y enterrado en alguna parte.
El conjunto gana en solidez por su mayor crítica hacia la televisión. El personaje del arquitecto intelectual, interpretado por el genuino Ernesto Alterio, lleva un sello indirecto hacia una mordedura televisiva que pocas veces se deja ver en pantalla grande. Escenas grabadas en la verdadera Casa de Gran Hermano son el espejo para indicárnoslo. ¿Quizá el destrozo que hace Diego a esa extraña y perturbadora casa quiera indicarnos algo? Yo así lo creo.
No es de extrañar que cada miembro del grupo de apuestas tenga a su figura femenina enmarcada en el punto de mira; uno la tiene y la pierde, otro la tuvo y a otro le falta, pero parece ser obligatorio que tenga que haber un relevo femenino que les haga ver la incapacidad para hacer las cosas bien. Goya Toledo y Manuela Velasco son las encargadas de resaltar al sector femenino con elegancia y corazón.
Los tejemanejes que se traen nuestros amigos implican la concesión de una familia peruana inventada, el abandono de una familia por parte de un padre incompetente y el engaño de vivir dominado por una mujer. No sé exactamente en qué lugar deja todo esto al sector femenino pero a pesar de ello, todo son buenas consecuencias y final feliz en una gran película cómica desde lo más absurdo y banal hasta la crítica más mordaz.
Hay dos grandes escenas sin ninguna duda en este largometraje; el momento en el que el personaje de Ernesto Alterio entra en el confesionario de Gran Hermano con el edredón cubriéndole por entero, en busca de una salida, y la maravillosa escena con los tres estupendos actores corriendo por las calles desnudas de Madrid en plena noche como socorristas del tiempo, un tiempo que uno de ellos logra parar en el propio centro del reloj del Sol como si la pura ficción traspasase el guión.
Aunque estos amigos vengan “un poco así así” de tanto desafiarse entre ellos, la verdad es que las apuestas por dinero siempre enseñan que la amistad es lo más importante, cueste lo que cueste darse cuenta. Y si la forma de comprobarlo es con mucho humor y risas desde luego ha merecido mucho más la pena.