Musa, cuerpo, víctima… ¿dónde está la artista?

Madrid ha reunido estos días dos espectáculos que, desde lenguajes distintos, ponen en el centro a dos artistas para interrogar la historia del pasado y del presente; ROTA: Frida frente a Frida, en la Sala Cuarta Pared, y I’m Art (Estoy harta) en Nave73, dentro del ciclo Imparables. Su coincidencia en cartelera en espacios tan próximos ofrece una oportunidad para mirarlas en paralelo: dos creaciones que indagan en las personalidades de las artistas, en cómo han sido narradas, apropiadas o silenciadas, y en qué significa hoy revisar esas huellas y nuestros estereotipos, con enfoques personales, sociales y políticos.

ROTA: Frida frente a Frida, dirigida por Asu Rivero, propone un diálogo con la pintora Frida Kahlo desde una mirada feminista, de resistencia y de autenticidad, con Luciana Drago y Raquel Sánchez en escena. La obra introduce a Casilda, amiga invisible de la artista, cómplice y contrapunto, como mediadora entre el mito y la mujer, entre la imagen convertida en icono de consumo y la persona atravesada por el dolor, la enfermedad y el deseo de crear. La función se articula en cinco partes: Muerte, Dolor, Amor, Arte y Vida, combinando el humor y la música con pasajes de introspección. La pieza rehúye de la fridomanía y se centra en la tensión entre la artista real y el icono convertido en producto.

Por su parte, I’m Art (Estoy harta), concebida por Amparo Marí y Borja Rodríguez, pone el foco en Artemisia Gentileschi, pintora barroca cuya obra quedó durante siglos eclipsada por la violencia que marcó su vida y por el canon masculino que relegó su legado. Aquí, Artemisia funciona como punto de partida más que como biografía: la pieza parte de la autoficción y utiliza la imagen y el cuerpo para hablar del hartazgo acumulado, de la representación de las mujeres como objeto (más pintadas que pintoras) y del peso de una historia que sigue repitiéndose (y con la que ya no podemos más). El tono performativo e histórico, junto al cruce de lenguajes, sitúan al público en un espacio donde la intimidad se convierte en denuncia, para expresar la saturación que deja una historia de representaciones donde se nombra a una musa antes que a una autora y pintora histórica.

La curiosidad a la que me acerqué a ver ambas propuestas no ha sido solo conocer dos aproximaciones diferentes a figuras históricas, sino observar cómo las creadoras y creadores actuales se posicionan en relación con ellas. Además, me apetecía conocer los relatos que ambas propuestas construyen sobre otros relatos silenciados y abusados, como los de estas dos artistas. Rivero, desde el teatro de texto y el juego dramático, construye un espejo entre Frida y Casilda, entre la vida de otro siglo y otro momento y el ahora. Marí y Rodríguez, desde la venganza y la autoficción, señalan la dificultad de escapar de ciertas representaciones y el hartazgo, de cuyo peso ni siquiera nuestra generación parece desprenderse. En ambos casos, el pasado funciona como materia viva para repensar el presente, para preguntarse qué cuerpos ocupan la escena, qué relatos se sostienen y cuáles se desgastan o seguimos dando por válidos o no.

Dos paradas distintas en el mapa cultural madrileño que dibujan un recorrido sugerente sobre memoria, creación y resistencia para que todos y todas nos hagamos cargo (de una vez).

Amanda H C

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