Una buena tragedia no puede faltar en un festival de clásicos y, así, la XIX edición de Olmedo Clásico (Festival de Teatro Clásico en la villa del caballero) nos presenta esta versión de la obra del Bardo más actual que nunca. Sangre, guerra, ambición, malas influencias, deslealtades y un sinfín de maldades pueblan la escena a la vez que nos pregunta si seguimos en el reinado de los Macbeth o no.
Macbeth nos cuenta la historia de un leal y noble guerrero que sirve a su monarca. Su buena voluntad se ve torcida cuando las hermanas fatídicas, o funestas que en este caso es lo mismo, se presentan ante él y le cuenta que su destino es llegar a ser rey. A pesar de su buen fondo, una serie de pecados, como la ambición, e influencias, como las de su mujer Lady Macbeth, le llevan a asesinar a Duncan, el rey de Escocia, y hacerse con el poder del reino. Desde ese momento, valdrá todo, asesinato de amigos incluidos, para seguir sentado en el trono y mantener su posición. Su camino a los infiernos es claro y nadie le puede salvar de su destino.
Todos estos ingredientes crean una tragedia sublime en la que se reflejan muy bien lo que conforma el ser humano, con sus virtudes y sus vicios, como han dicho los estudiosos de Shakespeare. En esta ocasión, siendo una de las obras del inglés que se han representado en esta edición en la escena olmedana, la versión corre a cargo de la Compañía Teatro Clásico de Sevilla bajo la dirección y dramaturgia de Alfonso Zurro. Y con ella se actualiza el mensaje con un montaje en el que se reflexiona sobre la actualidad y el pasado más reciente en relación al abuso de poder y al maltrato que recibe un pueblo bajo los totalitarismos que, por desgracia, están alargando su sombra más de la cuenta en nuestros tiempos.
El trabajo respeta mucho la obra original aunque se han eliminado algunas situaciones y personajes, como es el caso de la aparición de la aciaga diosa Hécate. Aún así, el mimo y cuidado con que se ha llevado a cabo es de destacar ya que hasta la pronunciación del nombre del protagonista se realiza de manera correcta ya que “Mac” en inglés no se suele acentuar, como expone Ángel-Luis Pujante en su edición de Austral argumenta. Pero, en esta ocasión, con tientes nuevos; en especial destacó la actuación de las hermanas en una escena escalofriante con Silvia Beaterio en su interpretación.
Todo se sustenta en un espíritu coral en el que los actores y actrices dan el do de pecho en un texto duro y complejo de llevar a escena. Todos actúan en la forma correcta incluso haciendo más de un personaje. Sus nombres son: Íñigo Núñez, Celia Vioque, Chema del Barco, Gonzalo Validiez, José María del castillo, Santi Rivera, la ya citada Silvia Beaterio y Luis Alberto Domínguez. A lo que se debe juntar la colaboración especial de Rafa Cremades.
En cuanto a los aspectos técnicos, destaca el diseño escenográfico creado por Curt Aller Wilmer y Leticia Gañán. En especial, las pantallas en las que se muestran los acontecimientos políticos del reino, y que nos trasladan a la actualidad, y unos paneles que sirven tanto como palacio como bosque de Birnam.
Macbeth es una de las cumbres del teatro clásico que revive en esta nueva versión que merece la pena revisitar.
La base de la historia es bien conocida. Unas brujas vaticinan a Macbeth que será rey y después se desvanecen en el aire. A partir de este suceso, al protagonista lo impulsa la imaginación y las fantasías, que convenientemente azuzadas por su esposa Lady Macbeth, lanzan al matrimonio al corazón de las tinieblas. Arrastrándonos con ellos a los abismos de un viaje sangriento. Macbeth sufre a lo largo de la obra alucinaciones que solo él ve. Imaginaciones, fantasmagorías, sueños que lo envuelven en preocupaciones y pavores de todo tipo, empujándolo a seguir de forma compulsiva destruyéndolo todo: la vida, el orden establecido, el reino e incluso el tiempo. En esta época escéptica no creemos en brujas ni en otras quimeras. Pero es fácil descubrir a otro tipo de brujas que hablan al oído de gobernantes, autócratas, dictadores, déspotas e iluminados. El mundo primitivo y sangriento de Macbeth no está tan lejos y su reflejo en imágenes, sucesos y la narrativa de hoy lo corroboran.
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