En el Festival Hispanoamericano del Siglo de Oro (Clásicos en Alcalá) no solo se vive de teatro y todas sus manifestaciones. También acoge bajo su abrazo otros elementos artísticos como las composiciones líricas y la música. Este es el caso de Amancio Prada; cantautor y creador de belleza musical que ha presentado un recital en un marco único como es la Capilla de San Ildefonso de la Universidad de Alcalá. Romances, canciones populares y poemas clásicos de nuestra literatura cobraron vida en más de una hora y media de concierto. Un viaje inolvidable por nuestras letras y nuestro pasado.
De amor y celda, título que recupera el de uno de los discos del propio Prada, hace un recorrido musical por grandes piezas del romance, de la tradición y del sentir popular de otros tiempos más antiguos. Así, gracias a la voz inconfundible del leonés, vuelven a la vida Jorge Manrique (a través de las Coplas por la muerte de su padre), Santa Teresa de Jesús (por medio de “Soberano esposo mío”), Bécquer (mediante “Espíritu sin nombre”) o la mismísima Rosalía de Castro (con “Adiós ríos, adiós fontes”). Y, con ellos, sus sentires y las de otros personajes como el prisionero o el conde Arnaldos.
A la vez que se conocen estos textos, se transcurre por nuestro folclore y literatura que, también, es el de la vida del propio Amancio Prada. Porque estas creaciones forman parte de su alma y vivencias. Claro ejemplo de ello es el pequeño homenaje realizado a Carmen Martín Gaite, en un año tan crucial para su figura como este, con la que trabajó en un proyecto tan bello como Caravel de Caraveles y del que recuperó, para privilegio del público presente, el “Romance de D. Gayferos de Mormaltán” tocado con una preciosa e historiada zanfona.
Entre creaciones artísticas, enseñanzas y recuerdos, esta muestra abre una puerta al pasado pero, también, una ventana al presente. Temas como la muerte y el amor siguen siendo pulsaciones vitales en la actualidad igual que lo fueron antaño. A pesar de los avances, siempre “habrá poesía”. Ya que los clásicos siempre estarán vivos y es necesario hacerles un homenaje como se hizo en este trabajo.
También es curioso ver cómo estas raíces son cíclicas. Caen en el olvido, como el mismo Prada contó cuando habló de Gaite, se recuperan, como pasó en los 70 gracias al trabajo de este artista y otros (Joaquín Díaz, Paco Ibáñez…), se vuelven a olvidar pero vuelven a resurgir como pasa en la actualidad. Figuras como Rodrigo Cuevas o Rozalén así lo están demostrando. Menos mal que, en esto, los vientos nuevos sí son venideros y lo atestigua el lleno de esta bellísima capilla el pasado 5 de julio.
Sobre la escena, solo está Prada con sus instrumentos. Y lo cierto es que no se necesita más para lograr el ambiente mágico y especial que se crea con este espectáculo. Él es el demiurgo de este último ya que produce y crea, con cierta ayuda de los técnicos de sonidos necesarios en este tipo de creaciones, todo lo que se ve desde el escenario. Algo que le valió unas más que merecidas ovaciones por parte de un público entregado que no dudó en pedirle alguna canción. Así que, desde mi humilde posición y ante un grande de este tamaño, solo me pudo unirme a los aplausos y agradecer el haber estado presente. Su voz se escuchó armónicamente perfecta y sus explicaciones estuvieron en la misma onda. Gracias a eso, y a una memoria impecable, todo conformó una obra sublime.
De amor y celda es un recital de Amancio Prada que hará las delicias de quién ya le conoce como del que empieza a tratarle. Un viaje en el tiempo muy recomendable y que hace que, por unos momentos, el estrés y la prisa desaparezcan para que el arte habite hasta en el aire que respiramos.
La voz de Amancio Prada, ligeramente quemada de mística en la cresta, recita la música, hace manar la melodía de una forma silábica y cristalina. Existe en ella algo de códice, libro de horas o canto de palacio. Este joven del Bierzo, de rostro claro, hijo de agricultores, que fue infantillo de coro eclesiástico y cantante en orquestinas de pueblo, estrenó la modernidad estética en París rodeado de la mitología de mayo, de donde regresó a la tierra con arreos vaqueros, de una suave rebeldía poseída por la espiritualidad. Desde entonces, está investigando con rigor en sacarle el alma, en su tonalidad más pura, al sonido de la memoria culta y popular. Poetas antiguos y modernos han unido sus cadencias a una voz nunca maculada que te obliga a cerrar los ojos. Canta Amancio Prada, vuelan aves aún medievales y el público que abarrota el recital, después de cada canción, sorbe mosto de granada.
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