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LA MADRE DE FRANKENSTEIN

La Sala Grande del Teatro María Guerrero acoge hasta el 12 de noviembre La madre de Frankenstein. Una obra que traspasa las hojas de una novela para hacerse humana, como diría Lorca, y sacudir de manera brutal al espectador. Historia negra de nuestro país y todo tipo de vicisitudes humanas se tratan y diseccionan en escena con el fin de conocer y dialogar con el pasado. Un viaje que nadie se debería perderse en el Centro Dramático Nacional, aunque cueste desgarrarse por el camino.

'La madre de Frankenstein' es la adaptación teatral de la novela homónima de Almudena Grandes
‘La madre de Frankenstein’ es la adaptación teatral de la novela homónima de Almudena Grandes

La madre de Frankenstein, basada en la novela homónima de la tristemente malograda Almudena Grandes siendo adaptada aquí por Anna Maria Ricart Codina, cuenta la historia de Aurora Rodríguez Carballeira; una mujer con un ideario bastante particular, por definirlo de alguna manera, que decide inculcar y crear al “ser humano perfecto”, al tener a su hija Hildegart. Cuando ella quiere liberarse de su madre, esta decide que es “defectuosa” y la mata, convirtiéndose en una de las parricidas más conocida de la crónica negra española. Mientras que la última descansa en el cementerio de la Almudena, la otra termina en el manicomio de Ciempozuelos. Allí, después de un breve encuentro anterior, es tratada por Germán Velázquez. A través de los ojos de este joven médico, que viene del extranjero, descubrimos el recorrido vital de Aurora, a la vez que hacemos, como espectadores y herederos, un viaje por el pasado de España (desde la situación de las mujeres hasta la forma de tratar a los pacientes en instituciones mentales).

Para poder poner esto sobre escena, de manera muy fiel a la narrativa de Grandes, se ha hecho un esfuerzo titánico de aplaudir desde que se pone un pie en el teatro. La dirección de Carme Portaceli lleva a cabo un trabajo espléndido, que sobrepasa las tres horas de duración, ante el público que se apoya en el buen hacer de un elenco de actores brillantes y entregados que hacen que la cuarta pared se desvanezca por completo. Y eso que el público no interviene en ningún momento de manera real, pero sí mental.

A pesar de la duración poco habitual, no se hace pesada en ningún momento porque lo que se plantea es un gran juego de muñecas rusas en el que todo encaja, aunque se salga dañado en el intento. Me refiero a que, después de ver esta creación, hay algo que cambia dentro de las personas y se necesitan varios días para asimilarlo. Teatro reflexivo que, a estos niveles, se ve raramente en nuestra escena. Ejemplo de esto es una parte en la que, varios actores del elenco, interpretan una performance que tiene como base la canción Raska Yu, que popularizaron artistas como Bonet de San Pedro, siendo heredera del bolero Bodas negras interpretado por Julio Jaramillo. En este momento, se pasa de una composición en cierta manera cómica, que sirvió para criticar a Franco en más de una ocasión, a algo terrorífico que llega a tocar el alma de tal manera que, horas después, sigues con esa imagen grabada en la retina.

Blanca Portillo y Pablo Derqui protagonizan la obra en el Teatro María Guerrero del Centro Dramático Nacional

Todo esto se puede llevar a cabo gracias a un elenco de diez sobre el escenario. Todos están perfectos en esta obra coral, formada por Ferran Carvajal, Jordi Collet, David Fernández, Gabriela Flores, Belén Ponce de León, Macarena Sanz y José Troncoso. Pero, sin duda, la pareja formada por Blanca Portillo y Pablo Derqui (en los papeles de Aurora y Germán) es digna de una mención destacada. Por señalar algún detalle, los cambios en la forma de comportarse de Rodríguez Carballeira son captados a la perfección por Portillo, llegando a cambiar el tono de voz y otras cuestiones en su interpretación.

En cuanto a los aspectos técnicos, no hay nada que reprochar en una forma de hacer excelente. Sobresale la escenografía, creada por Paco Azorín y Alessandro Arcangeli, que combina a la perfección con lo que se quiere mostrar. En corte minimalista, la cama del psiquiátrico en una plataforma movible es un acierto; al igual que las proyecciones en una cortina metálica durante toda la obra.

La madre de Frankenstein es una creación que te permite asomarte al abismo y de la que sales de manera distinta a la que has entrado. Todo es sublime y espero, desde aquí, que se pueda ver en más escenarios después de su paso por el antiguo Teatro de la Princesa.

1954. Germán Velázquez vuelve a España desde su exilio en Suiza, donde ha pasado más de la mitad de su vida, para trabajar en el manicomio de mujeres de Ciempozuelos. Allí se reencuentra con Doña Aurora Rodríguez Carballeira, una parricida paranoica, eugenésica, inteligente y brillante, que él conoció en la clínica de su padre a los 13 años. Esta mujer le fascinó hasta tal punto que se convirtió en psiquiatra. A su vuelta, se encuentra con un país que ya no reconoce: la rotundidad del sol, la humillación de las mujeres, otras banderas, otros nombres en las calles… Miedo. Silencio. Miseria.

Sonia López

Teatro María Guerrero

Centro Dramático Nacional

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