Contaba Homero en su conocida Ilíada que Aquiles, aquel héroe hijo de Peleo, era el de los “pies ligeros”. Si aquella figura heroica pudiera estar en Madrid en este 2017 no tendría más remedio que claudicar, como buen músico que fue además de amante de la guerra, ante la figura de sus herederos, ya que no es de extrañar que desde medios como el Heaven Live de Grecia se les haya denominado “dioses de la danza”.
Estos no son otros que Los Vivancos, antiguos amigos del Teatro Nuevo Apolo (este es el tercer espectáculo que montan en sus instalaciones) que muestran estos días, y hasta el 10 de diciembre (de jueves a domingo), lo que para ellos significa haber nacido para bailar.
Esta compañía, formada por grandes profesionales con lazos familiares, no es neófita en la escena de la danza y el teatro, así que no desvelamos nada nuevo si os decimos que aquel que sea o se considere un purista del arte que simboliza el flamenco, a pesar de pasar un rato entretenido, no se sentirá cómodo como espectador de este espectáculo. Las mezclas traen novedad pero se saltan las reglas de lo establecido.
No siendo esto último una verdad absoluta que se vaya reproducir a raja tabla, el común de los mortales sentirá que aquello que se ve en sobre las tablas es una escena del mismísimo monte Olimpo. Canciones de otros géneros (desde Michael Jackson a Metálica), Wushu, equilibrios y acrobacias imposible, entre otras innovaciones, conforman el alma de una obra que habla de la danza y la música además de la forma de cómo se llevan a cabo. En definitiva, de la forma en la que se ama a estas dos disciplinas. Esto se traslada a un público agradecido que se levanta y aplaude eufórico a modo de ofrenda a esos semidioses que lo han dado todo ante ellos.
Todo comienza con un recuerdo hacia la infancia, escuchando los acordes de la canción que los siete enanitos entonaban cuando regresaban a sus casas mientras que estos siete hermanos empiezan la jornada sobre el escenario. Después, se suceden un sinfín de imágenes con las que el espectador es testigo de un zapateado Record Guinness sobre varios cajones flamencos (algo que le causa admiración y angustia a partes iguales), un concierto particular en el que las risas también tienen cabida además de la posibilidad de que un instrumento sea revivido por varias personas, la llegada de unos seres con luces led, que son capaces de transformarse en Darth Vader, y un gusano que hace suyo el escenario o una representación musical de una flauta traversa con su intérprete boca abajo.
Así que Nacidos para bailar es pasión, pureza, braceos, sudor, entrega, emoción, tensión y mucho más; pero, sobre todo, es una obra de Arte de esas que se pueden calificar como totales dentro de los focos de un escenario. Pese a quien le pese.
Se nota que esta obra es descendiente de Aeternum (y de toda la carrera de estos bailarines que ha pasado por diversas fases como se pudo comprobar en su participación, junto a Melody, en eso que se dio en llamar camino a Eurovisión en 2009). Anterior hijo de estos hermanos, algunos de sus elementos surgen de nuevo. Es el caso del atrezzo. Una estructura metálica que sirve de apoyo para hacer sonar los tacones en las alturas o el uso de telas que aportan gráciles movimientos son ejemplos de ello. Así como ese bis que el público pidió encarecidamente y que trajo de vuelta movimientos que Los Vivancos saben que gustan y se hacen gustar. También las luchas escénicas o la acrobacias sobre cajones que se llevan a cabo sobre el escenario son, en cierta medida, un reflejo de lo realizado anteriormente.
Si en toda esta epopeya se debe señalar algo que chirría es la parte musical. No me refiero a que la ejecución de las piezas por parte de una orquesta sinfónica en directo no sea buena sino a que las excesivas guitarras y ritmos marcados, en ocasiones, restan
protagonismo a esa magia flamenca que crean los pies en contacto con el suelo.
Estos profetas y visionarios del baile seguirán en el Nuevo Apolo, mientras que en otras ciudades como Barcelona se les espera en una gira que seguirá dando que hablar. Además, los aplausos seguirán sonando mientras ellos recorren el patio de butacas con la sensación de sentirse vencedores en la arena del teatro.
Es el resultado de poner alma y cuerpo a lo sublime.
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Considero que es un espectáculo que resiste a un análisis, es para ver y sentir .
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Es un espectáculo que no resiste un análisis, es para ver y sentir.
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Es un espectáculo que no resiste un análisis , es para ver y sentir .
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Gran crítica realizada con una gran sensibilidad, pues traduce muy acertadamente la esencia de este grupo atípico que roza, sobre el escenario, la excelencia.
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